GERMAINE DERBECQ

ARTES PLÁSTICAS

SE DICE QUE...

Texto del Jueves 11 de Abril de 1968 a las 23:00hs.

Por Germaine Derbecq


SE DICE QUE… en la historia del arte religioso, son escasas las obras representando los acontecimientos de la vida de Cristo que, según la liturgia cristiana, se conmemoran el Jueves Santo.

Y es verdad, exceptuando sin embargo, las de la Santa Cena.

Son escasas en efecto estas obras, y sobre todo, las que relatan el episodio transcendental y fundamental del dogma cristiano, la Agonía en Getsemaní.


Después del descubrimiento del Santo Sepulcro y de la verdadera cruz en el año 326, se levantaron monumentos en los lugares donde se habían desarrollado hechos históricos, decorados todos con pinturas y mosaicos, ilustrando los textos del Antiguo y Nuevo Testamento.

A pesar de que estas decoraciones fueron destruidas , la iconografía de estos monumentos no fue todo perdida, quedaran las ampollas de Monza, que contenían los oleos sagrados, ampollas revestidas de dibujos grabados, copiados de las obras palestinas. En lo que concierne a la vida de Jesús esa iconografía fue bastante completa, el prototipo de las representaciones sucesivas: en Tierra Santa es donde se ha creado la imagen visual del Cristo.


Desde hace alrededor de un medio siglo que conocemos mejor los orígenes del arte religioso cristiano. Antes se hablaba vagamente de influencias bizantinas, sabemos ahora que hubo dos influencias dominantes : la de los griegos del Oriente, y la de Jerusalén de carácter sirio. Los griegos han visto en los Evangelios sólo el lado luminoso, no el doloroso. Cuando ellos representan la pasión , no representan las humillaciones, ni tampoco la tragedia. La corona de espinas es una coronal triunfal. En cuanto a la crucifixión, es una de las escenas que aparecieron últimas en e1 arte religioso de los primeros siglos. Durante mucho tiempo, en efecto, no se osaba representar a Dios en suplicio como un esclavo. Después del descubrimiento de la verdadera cruz, se plantó una en el Gólgota, pero era una cruz gloriosa, deslumbrante, revestida de oro y de piedras preciosas.

Según los historiadores la más antigua crucifixión conocida data del siglo V, hecha de marfil y tiene caracteres helenísticos, entre otros: el Cristo desnudo, mientras que los crucificados sirios están vestidos con el colombino, su túnica, pues para ellos la desnudez es humillante, mientras que para los griegos es la gloria del héroe.

El Cristo de los griegos es un adolescente apolíneo tiene elegancia y gracia. El del arte palestino es un sirio en la madurez, con una barba negra, tiene virilidad y majestad.


Estas dos influencias de pronto se mezclan, lo que se puede comprobar en la iglesia de San Apolinario Nuevo en Rávena, que es del siglo V, el siglo de las primeras obras maestras de los mosaicos cristianos. En esa iglesia se puede ver uno de ellos representando el Cristo en Getsemaní, de linaje helénico: composición de una lógica rigurosa, sin ningún dramatismo. El Cristo de pie en el centro de la composición, brazos levantados con las manos abiertas, las palmas de frente en una actitud de invocación, de suplicación. Ese simbolismo depurado, esa realidad del mito, ese Cristo que ha obtenido el precio del renunciamiento supremo de todo lo humano fue expresado de la manera mas simple: dominando la escena con su grandeza, dominando ese verdadero rebaño humano formado por sus once discípulos -a pesar de que las Escrituras dicen que Jesús llevó con él sólo a Pedro, Juan y Santiago- casi indiferentes, acostados, todavía no despertados a lo espiritual.


En cuanto a la técnica plástica se señala también por su simplicidad y una rítmica soberana se identifica con la grandeza bíblica.


El fondo de oro sobre el cual se destaca un paisaje sintético otorga a esta escena una luz celestial.

En el si lo XII los escultores góticos han representado Getsemaní, pero mas bien con los acontecimientos que siguieron: el beso de Judas, el arresto de Jesús, y mismo la pelea entre Pedro y Malthus. Un chapitel en el museo de Toulouse, y otro, en la Catedral de Chartres, ilustran ese episodio con una violencia que contrasta con la calma del mosaico palestino. Los artistas medioevales han representado el realismo del hecho con ese sabor popular característico de ellos, pero al mismo tiempo sabiendo someterse a las exigencias del conjunto arquitectónico.


Pasaran tres siglos antes de volver a un clasicismo de la forma: el siglo XV con Mantegna. Ese maestro fue uno de los iniciadores del Renacimiento, uno de los tres grandes geómetras con Piero della Francesca y Paolo Uccello. Su genio fue reivindicado por las ciudades de Venecia y de Padua. Genio precoz, ya a los diecisiete años se le encargaba decoraciones. Los dos cuadros del Jardín de los Olivos que ha pintado son de pequeño formato, pero inmensos como expresiones del espacio interno. Uno está en Francia en el museo de Tours, el otro en la Nacional Galery de Londres. Uno y otro hacían parte de dos trípticos con los temas del Calvario y de la Resurrección.

El genio de Mantegna ha sabido armonizar las influencias y los conocimientos más diversos, hasta los más opuestos: el arte antiguo que le apasionaba, un verismo humano y sensible que él admiraba en Donatello un pintoresco regional, una ciencia de la anatomía, una ciencia de la matemática, una ciencia de la plástica, y una ciencia de la geometría del espacio que nunca fue igualada.


En la pintura del museo de Tours como en la de Londres los tres apóstoles acostados, duermen profundamente, formando un grupo compacto de una magnífica geometría. El Cristo esta en oración, un poco apartado, arrodillado sobre rocas extrañas, rodeado de un paisaje grandioso, hecho de rocas y de construcciones antiguas y modernas entremezcladas, con efectos de perspectivas tan precisos que el espectador tiene la impresión de vivir una simultaneidad de hechos. En el cuadro de Londres se puede ver de lejos la tropa de los soldados conducida por Judas, también hay pequeños animales corriendo por los caminos: una sucesión de hechos en el tiempo .

Los colores son francos luminosos, se desprende de estas pinturas una luz que viene como de adentro. En la ropas de los discípulos, en primer plano, colores muy saturados hacen vibrar toda la composición: los colores participan de la expresión plástica del espacio infinito. El carácter de excepción de estas dos obras basta por si mismo, no necesitan ningún efecto grandilocuente, ningún efecto más. Su grandeza corresponde a la grandeza del hecho.

Ahora hay que saltar tres siglos para encontrar una expresión lírica y romántica con la gran pintura de Delacroix en la Iglesia de San Pablo del barrio más antiguo de París. El tema de Getsemaní sirve como efecto teatral que toma valor de símbolo. El vestido del Cristo resplandeciente, de una blancura deslumbrante y la sombra alrededor de él son bastante explícitos. Delante de Jesús, un ángel, mensajero divino le ayuda en la terrible lucha, pues parece un soldado en armas. Se sabe bien que Delacroix ha tenido una predilección para los temas religiosos donde se podía representar ángeles: el Ángel y Tobías, el Ángel en el Paraíso, el Ángel en Getsemaní.

Baudelaire decía que Delacroix era un volteriano. A pesar de eso, sus escritos prueban que estaba preocupado con los problemas de la fe. Y como sus contemporáneos, el problema de la fe no era el del dogma sino el del individuo. Para él, Getsemani era su propia lucha y los ángeles, los que le podían abrir las puertas de lo invisible. La iconografía religiosa moderna había nacido.

SE DICE QUE…

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