GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

14 de Septiembre de 1956

LAS AGUAFUERTES DE REMBRANDT EN WILDENSTEIN

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


Las aguafuertes de Rembrandt en Wildenstein


Más de treinta grabados de diferentes épocas y de diferentes temas permiten medir la espontaneidad aparente, la libertad del dibujo de Rembrandt, siempre sugerente en el espacio, en la luz, en la expresión. La línea no es continua, se expresa por valores y por contrastes, algunas veces por sombras interiores. Los plumeados tienen direcciones rítmicas constructivas. Algunos retratos grabados están modelados por minúsculas pinceladas como Van Gogh lo hizo más tarde en sus pinturas. Las composiciones están sabiamente ordenadas. Un gran número de personajes se integran —como en el grabado llamado de “los cien florines” en el que hay treinta y ocho— sin sobrecargar el conjunto, con una sutil distribución en la luz y de contornos vigorosos dentro de las sombras. Un sombrero oscuro sobre la parte luminosa, por la ley de contrastes, le da un suplemento de claridad. Esta estampa representa la suma de técnica tan perfecta (no confundir con el oficio) que es un embeleso perpetuo mirarlo. Otros grabados traducen la misma ciencia, resolviendo los diversos problemas, sin ningún sistema, con la fantasía más desenfrenada y más privilegiada. Los paisajes merecen una mención particular. Solo las estampas japonesas en negro y blanco pudieron brindar esta equivalencia plástica de la naturaleza, esta fuerza, esta delicadeza y esta simplicidad. A tal punto que está permitido preguntarse si Rembrandt, gran coleccionista de miniaturas persas, no ha conocido también las estampas niponas. Es un hecho remarcable que tanto el artista como el hombre de ciencia construye sus hipótesis por el contacto de cosas o de eventos fortuitos, a menudo alejados de las búsquedas.


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