GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

6 de Octubre de 1956

LAS EXPOSICIONES: STANLEY HAYTER

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


Grabados de Stanley Hayter y esculturas modernas en el Museo de Bellas Artes


Stanley Hayter, inglés, que vivió mucho tiempo en París y en América del Norte. Pintor, pero más conocido como grabador, contribuyó con algunos otros para renovar el oficio del grabado que se había mantenido tradicional durante mucho tiempo, encontrando miles de recursos ingeniosos para enriquecer los procesos. Su estética romántica, fuertemente impregnada de surrealismo, parece traducir los ritmos orgánicos de las profundidades del agua, los misterios germinales, las atmósferas irrespirables. Un entramado de líneas remplaza los planos, sustituyéndose o superponiéndose a ellos, generadores de texturas ricas, sugiriendo volúmenes, creando espacios, pero a veces también confusión. Los grabados en color recuerdan ciertos grabados japoneses populares, de tonalidades poco refinadas, con el sabor ácido de los caramelos ingleses o incluso con los “colores sin peligro” de los niños. Estas obras, con un desorden muy ordenado, con un subconsciente muy consciente, solo pueden engañar a los que ven el automatismo en todas partes. Transmiten una difícil comunicación. Ciertamente no es por el encanto que despejan, sino sobre todo por una actitud altanera de razón y de insensatez, de ciencia y de gratuidad. Pueden no gustarnos, pero no podemos dejar de aprobar ante ellas un sentimiento de intensidad.


Esculturas modernas


Respondiendo a las tres grandes salas de escultura del siglo xx abiertas desde el principio de la exposición del museo —que no fueron más que apenas remodeladas—, se han reunido en una pequeña sala algunas esculturas argentinas de buena calidad. Las obras de Sibelino, Curatella Manes, Vitullo y Badií alcanzarían a demostrar, si fuera necesario, que la escultura argentina está en la buena vía.

Sibellino está representado, lamentablemente, solo por un bajorrelieve. El instinto en este artista siempre fue muy fuerte, lo que es la marca de los verdaderos artistas. Le permitió dominar todas las veleidades sentimentales, vertebrarlas y transformarlas en un lirismo dueño de grandeza. De Curatella Manes, tres esculturas de épocas bien diferentes. En todas existe el mismo deseo de dominar la idea plástica. El Dragón, de 1924, es una obra importante. Las masas se responden, se equilibran con los vacíos, los arabescos de los perfiles agregan vivacidad a los ritmos, compitiendo para comunicar fuerza interior y dinamismo. El pájaro, una estructura en planos esculpidos, cuyas articulaciones forman los contornos recortados en el espacio, y donde un ingenioso vacío sugiere la profundidad. La estructura de metal se despliega y se reorganiza siguiendo una lógica plástica. Tallas directas en madera y en piedra de Vitullo, con un sabor rudo, natural, preservan el bloc, mantienen la frescura de lo primitivo, no solamente de factura sino de alma.

Badií, el más joven de todos, talla directamente sobre el mármol los volúmenes rítmicos, armoniosos y secretos, que, a pesar de su apariencia abstracta, transmiten un naturalismo en su inspiración y en su expresión.

Hay también un busto de Alonso, con intensiones de superar al naturalismo y a los bajorrelieves de Domínguez, que recuerdan curiosamente los pequeños calvarios que uno se encuentra en todos los rincones de las rutas de Bretaña.


Erratum


Como resultado de una lamentable errata tipográfico, el último párrafo del artículo de nuestra colaboradora Germaine Derbecq sobre el pintor Kazuya Sakai, aparecido ayer en la sección “Las exposiciones”, se vio un poco alterado. Por lo tanto, lo vamos a reproducir a continuación:

Estas pinturas —había escrito Germaine Derbecq— hacen pensar a esas relaciones entre gente de buena compañía, a esas conversaciones encantadoras que hacen pasar un rato agradable, pero en el que nadie se compromete demasiado, a sabiendas de que se estos descansos de un instante no van a traer ninguna consecuencia. Sakai logró la proeza del diplomático que tiene que hablar sin decir mucho, siempre siendo espontáneo, brillante, suficientemente original, y espiritual al mismo tiempo. No nos quedan dudas sobre los múltiples dones de este pintor. Esperemos otros tiempos, que serán más favorables para la plenitud de su instinto en el empleo de los recursos y en los objetivos, que también posee.


N de la T: Es un erratum que aparece al día siguiente, el sábado 6 de octubre de 1956, en el artículo con el título “Grabados de Stanley Hayter y esculturas modernas en el Museo de Bellas Artes” lo ponemos aquí porque corresponde al texto de arriba.


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