GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

LAS EXPOSICIONES: TESTA Y LABOURDETTE

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


Clorindo Testa y Labourdette en Antígona


El pintor Clorindo Testa es también arquitecto, o más bien el arquitecto Clorindo Testa es además pintor. Lo que no es incompatible. Le Corbusier, paralelamente a su obra de constructor, le consagró diariamente varias horas a su obra pictórica. Si el arquitecto no es siempre el que ejecuta las policromías de sus construcciones, es siempre el que crea la luz y la sombra, modulando los valores por medio de los volúmenes, las superficies, desniveles, huecos e incluso con el espacio. Los principios son idénticos para el arquitecto y para los pintores, con los recursos propios de cada arte.

Sin ninguna duda, las obras de Clorindo Testa seducen, pero son también persuasivas. Su apariencia sin artificios, la sutileza y la delicadeza de sus manchas y sus grafismos, sus equilibrios aéreos, la armadura oculta que sostiene sus expresiones poéticas, todo contribuye a emanar un encanto del cual es muy difícil sustraerse. Encanto que no es un don absolutamente gratuito, pero una justa utilización de los recursos bien asimilados y de su libre elección. La suavidad de los azules, la sobriedad de los violetas, la luminosidad de los amarillos, no son colores colocados con fantasía para “hacerlo bien”, sino para construir. Una cantidad impresionante de un tono disonante o de un complementario es suficiente para hacer vibrar todo el conjunto, a comunicarle calidez, a darle movimiento, a concederle vida.


Labourdette


Más que un escultor, Labourdette es modelador. Sometido al modelo, tomando el conjunto con sensibilidad y el detalle con fidelidad, no se acomoda muy bien con las ideas plásticas, prefiriendo volver a su instinto y a sus conocimientos tradicionales. Sin embargo, consigue encontrar una simpleza que alcanza a veces la síntesis, empíricamente.

Hay que reconocer que, en esta exposición, Labourdette presenta sus obras en las que se esforzó en dominar su talento de modelador, de vencer su desconfianza por las especulaciones intelectuales. Utilizando placas de cera, resuelve en cierta medida —material— la acrobacia de los dedos en la arcilla. Buscó luego estructurar mejor. Los desnudos están impecablemente esbozados, acentuada la vertical.

Luego, reconsideró las relaciones de masas. Utilizando piernas muy cortas, un torso muy largo, una cabeza muy ancha, estableció mejor las proporciones, las relaciones de volúmenes.

Todo esto indica que Labourdette es muy consciente, por un lado, de sus dones y de sus peligros, que lo hacen correr, y por otro, de los problemas actuales de la escultura que no son del todo suyos, pero a los cuales busca acceder, a decir verdad, con mucha timidez, a pesar de un desnudo brutalmente deformado que logra una cierta intensidad que recuerda, o tal vez inspira, el arte sumerio, y un animal esquematizado, este de manera un poco fácil, aunque gusta a primera vista.


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