LE QUOTIDIEN
21 de Mayo de 1957
EL MUSEO DE ARTE MODERNO DE RIO DE JANEIRO, ÉXITO DE LA INICIATIVA PRIVADA
Por Germaine Derbecq
El Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, éxito de la iniciativa privada
Muchos países aspiran a tener sus museos de arte moderno. La idea no es excepcional, lo que lo sí es excepcional es el hecho de concretarlo, de darle vida. Es lo que Río de Janeiro logró.
Luego de la creación del Museo de San Pablo, cuyas riquezas sorprendieron al mundo entero, la capital de Brasil tomó consciencia de que no podía quedarse atrás. Un grupo de personalidades pertenecientes a medios muy diferentes, pero todos animados por un mismo ideal y por una misma fe, resolvieron dotar a Río de un museo de arte moderno y que sea, al mismo tiempo, un centro cultural. No era cuestión de entrar a competir con el Museo de San Pablo, sino de encontrar la fórmula para un significado particular y actual.
Una mujer fue el alma de esta idea. La Sra. Niomar Moniz Sodré —cuyo marido, el Sr. Paul de Bittincourt es el director propietario del diario brasilero “Correio de Manha”— fue desde el principio la promotora y la directora del museo. Esta mujer increíble aúna a su fe absoluta en la obra emprendida: un gran conocimiento de los asuntos plásticos actuales, el sentido de los imperativos para una organización de este tipo, y el arte de elegir a sus colaboradores.
El comité formado por los promotores logra interesar los poderes públicos. El Estado colabora con la realización ofreciendo espacios libres en la planta baja del Ministerio de Educación que el arquitecto Neumeyer planteó como salas de exposiciones. De esta manera nació el primer esbozo del Museo, en el que hace alrededor de diez años se fueron sucediendo interesantes exposiciones.
Este logro no era más que una etapa. Los organizadores no se quedaron en el camino, no perdieron de vista la obra grandiosa que estaban planeado crear. Durante este período, se mantuvieron en constante estado de alerta a fin de aprovechar cualquier ocasión que se les ofrecía para reafirmar su posición para convertir a los resistentes, para atraer a los indiferentes y los simpatizantes del mundo entero, para hacer comprender la necesidad de tal realización, de la grandeza de semejante proyecto y de las alegres consecuencias que resultaban sobre todos los planos.
El milagro se produjo. La mitad de los fondos previstos para la edificación del nuevo Museo, es decir ochenta y cinco millones de cruzeiros, fueron encontrados. La industria creciente, la gran cantidad de empresas, los capitales privados, los mecenas locales y extranjeros respondieron magníficamente al llamado. El Estado donó de nuevo un espléndido terreno situado en el corazón de la ciudad, un hermoso espacio tomado sobre el mar, gozando de una vista panorámica sobre la bahía.
Y en 1954, la maqueta del Museo y de sus dependencias, ejecutada por el arquitecto Reidy fue aceptada. Este proyecto, cuyas soluciones plásticas arquitecturales son de espíritu moderno comprende tres cuerpos de edificaciones. El primero, con una superficie de doce mil metros cuadrados, sin contar las terrazas y las rampas, debe ser inaugurado este año. Comprende los talleres y laboratorios en el que se brindarán los diferentes cursos teóricos y prácticos, un depósito para las obras no expuestas y los restaurants. En el segundo, el cuerpo del museo propiamente dicho, con una extensión de ciento treinta metros sobre veintiséis de largo se encontrarán las salas de exposición permanentes y temporarias, un auditorio, las bibliotecas, discotecas y cinematecas, la librería, la dirección y la administración. En el tercer edificio, el teatro.
El destino de estas construcciones indica que no es un museo con una fórmula antigua, arqueológica y artística, sino un centro de enseñanza de las Artes Visuales. Su principio fundamental es el de reunir todos los medios para favorecer la aptitud creadora cuyas consecuencias serán las de formar creadores, colaboradores eficaces para la era de la automatización, reintegrar las artes plásticas en la vida de la ciudad.
Para realizar semejante programa, una obra como esta, sin que se desmoronen tan altos estándares luchando con las costumbres ancestrales, son necesarios colaboradores y profesores que se unan con sólidos conocimientos sobre los problemas de la vida actual. La Argentina puede estar orgullosa: dos de sus artistas han sido llamados a cumplir funciones importantes.
El Dr. Ignacio Pirovano fue designado para presidir la dirección de este museo como director general. Todos aquellos que siguieron su obra durante los diecinueve años durante los cuales fue director del Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires, que organizó exposiciones importantes, saben que es uno de los más calificados para ocupar este puesto. Incluso, su orientación hacia la plástica del presente en las manifestaciones más válidas —es sin dudas el único coleccionista argentino que posee pinturas de Vantongerloo, de Vondemberge-Gildewart y de Albers— garantiza la línea estética, pedagógica y museográfica que sabrá mantener.
Luego, Tomás Maldonado, que fue llamado para crear una Escuela de Arte Visual sobre el modelo de aquella de Ulm, en Alemania Occidental, de la cual es el director y profesor. Tomás Maldonado es bien conocido entre nosotros como el fundador del Grupo de Artista Modernos, como uno de los mejores pintores concretos y como excepcional teórico y escritor sobre arte.
En cuanto a los alumnos, estos se confundirán con los asociados. Estos asociados, que ya son unos cuatro mil, no serán miembros benefactores honorarios, pero personas que se interesan directamente por las manifestaciones culturales bajo la forma de una cuota que será destinada al mantenimiento del museo.
Sin duda alguna, semejante edificio cultural tendrá una profunda repercusión, no solamente sobre la formación de jóvenes artistas, técnicos y simpatizantes de las artes, pero también sobre toda la ciudad, sobre todo el país, y testimoniará ante del mundo ideales elevados de un pueblo joven, dueño de miradas que deliberadamente apuntan hacia el futuro.