GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

18 de Junio de 1957

EXPOSICIONES DE ARTE NAIF DE ROSINA VIVA, SUSANA AGUIRRE Y DEL ESCULTOR FOLKLÓRICO GRAMAJO GUTIÉRREZ | DUCMELIC EN VAN RIEL

Por Germaine Derbecq


Exposiciones de arte naif de Rosina Viva, Susana Aguirre y del escultor folklórico Gramajo Gutiérrez


Frente a la pintura intelectual, se desarrolla plenamente, desde el célebre Aduanero Rousseau, una pintura neo primitiva, un arte naif popular, rigurosamente autodidacta que tiene sus grandes y sus pequeños maestros, sus verdaderos y sus falsos naifs, sus copiadores y sus seguidores, pero sin dudas es el único realismo válido actualmente.

Cuando hace unos cuarenta años estas pinturas comenzaron a exponerse en el Salón de los Independientes, las llamaron “las pinturas del domingo”. Ahora, la mayoría pinta todos los días de la semana, tienen sus marchands, sus coleccionistas y muchos admiradores.

Es para recalcar que en Argentina estos pintores naifs son raros. Es sin dudas por eso que la exposición de Rosina Viva en Bonino y la de Susana Aguirre en la Galería V despertaron interés.

Al mismo tiempo, la Galería Velázquez presenta una retrospectiva de Gramajo Gutiérrez, una especie de pintor nacional para algunos, que al lado de retratos muy bien logrados cultiva una flor azul de la imaginería folklórica. Es difícil decir que es neo primitivo ya que no es más naif y no es autodidacta, pero sobre todo porque sus pinturas, que ilustran temas pintorescos como los trajes de los autóctonos del norte de la Argentina, no tienen esa ingenuidad ni esa imaginación plástica que es la marca de fábrica de estos encantadores artistas.

Rosina Viva va por la decimonovena exposición en doce años, sin dudas un récord para una pintora naif italiana, refugiada en Suiza en 1940. Se puso a pintar a los cuarenta años —edad media de estas vocaciones tardías— paisajes de su isla natal, el Capri de las lunas de miel, sin dudas para superar los tormentos del exilio y las angustias del momento. Y no solamente paisajes, pero también objetos en desuso, rococós, y flores que podrían bordarse sobre los trajes de damas.

Si quisiéramos situarla en su justo lugar, no hay que admitirla entre los naif-populares, sino entre los naif-burgueses, numerosos ellos también, menos conocidos porque las familias, por lo menos en el tiempo pasado, no se sentían orgullosas por estas imágenes poco académicas.

Estas pinturas naifs burguesas reflejan una gentileza dulce —jamás la violencia, el vigor, la imaginación, véase las creaciones plásticas de los naifs populares— de la admiración de los buenos corazones ante las escenas de la vida de todos los días, especies de diarios íntimos de una pequeña niña buena. Pero, aunque crear no sea su fuerte, tienen un instinto para pintar y mucho encanto. Rosina Viva es muy apreciada en este plano.

En cuanto a Susana Aguirre, su ingenuidad, que no es burguesa ni popular, consiste en retomar lo nuevo de París. Hace algunos años, una revista de arte muy importante consagró un número a “París visto por los pintores neo primitivos, naifs, maestros populares de la realidad, etc.”. Un espíritu rico en invenciones caracteriza estas pinturas que pueden alinearse a veces con la gran pintura primitiva, otros realizan síntesis de visionarios, todas testimonian una muy auténtica calidez humana.

Las vistas de París de Susana Aguirre se alegran al bordear los muros, pintarrajear las casas y las calles, barnizar de negro las rejas y los árboles, sacarles brillo a las placas de la Place des Vosges —que era bastante necesario, como pude apreciarlo muchas veces—; es un trabajo de ama de casa. Los holandeses también han amado este trabajo, pero tenían más imaginación. Para ella, fue suficiente aislar un rincón de la calle, hacer un inventario de una plaza o de un panorama, arreglar luego los elementos como para una postal logradas, la pintura está lista. Muchos de lo pintores de domingo no proceden de otra manera, están solamente en estado de gracia, aquí reside el punto clave, lo que hay que buscar en primer lugar.

Para los jóvenes artistas, que no saben más a qué santo de la pintura tienen que rezarle para ir más rápido, para llegar —“llegar a dónde” decía Sartre— a las santa pinturas del domingo, el realismo ingenuo, manera autodidacta, podría ser una rica veta para explorar.

Tienen muchas excusas estos jóvenes artistas sin convicciones profundas: ¿cómo reconocernos cuando, tenemos el respeto por lo escrito, todos los días podemos leer crónicas que se cuestionan seriamente para saber —luego de sesenta años de creación plásticas ininterrumpida que hubieran podido asegurarles la gloria a una buena docena de pintores— si Picasso es o no un farsante?, o incluso tienen excusas esos octogenarios vestidos de verdes —o casi— que ridiculizan el sentido de los pintores abstractos y de los compradores. En consecuencia, es prudente buscar apoyarse en los valores seguros, en la postura de padre de familia. El realismo naif podría ser uno.


Ducmelic en Van Riel


Aunque este pintor croata resida en Buenos Aires desde hace algunos años, sigue fascinado por las dramáticas visiones, las tragedias inolvidables que traduce en pintura y en acuarelas patéticas y teatrales, artísticamente compuestas y hábilmente ejecutadas, que podemos ya situar en el pasado.

Para el presente de otras búsquedas más plásticas, más transparentes olvidan las violencias, sin perder la firmeza, disfrutando en los juegos plásticos tímidos, pero llenos de promesas.

Podemos preguntarnos cómo este pintor va a lograr acordarles un temperamento romántico a sus especulaciones abstractas, o casi. Pinturas alemanas muy famosas lo han logrado: Kandinsky y Klee. Ducmelic está muy lejos del espíritu filosófico y metafísico de Kandinsky. Apasionado, fogoso, seducido por algunos clichés artísticos, le haría falta una seria toma de conciencia para logra semejante síntesis.


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