GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

25 de Junio de 1957

LAS EXPOSICIONES: DEL PRETE, FORNER Y CHALUKIAN

Por Germaine Derbecq


Exposiciones. Del Prete en Pizarro, Raquel Forner en Bonino: dos expresiones con una rica elocuencia pictórica


Estos dos pintores son de la misma generación, la que hacia 1930 trajo de Montparnasse elementos de renovación. El dinamismo y la elocuencia son los únicos factores comunes a estas dos obras, por cierto, muy diferentes. Si las pinturas de Del Prete claman la alegría de vivir, las de Raquel Forner gritan angustia. Para uno es una iluminación de colores, de juegos de luz, un franco modernismo, en el otro un simbolismo dramático, un romanticismo.

Del Prete, desde el principio, lo vio claro. Abordó Europa con ojos nuevos, “no se hizo problema con el cadáver de su padre”, como decía Apollinaire, no se molestó de algo extra pictórico, no probó suerte en el realismo, pero miró en seguida hacia los más intrépidos. Sus compatriotas se burlaban de él en París, no tenía cura. Un impulso violento lo arrastraba, lo obligaba a pintar con frenesí cualquier cosa, de cualquier manera, tomando por la derecha, por la izquierda, recursos, técnicas, no siguiendo ningún maestro en particular, aunque mirándolos a todos, todos los que valían la pena. Su juventud es la del corazón, la frescura de sus pinturas se renueva constantemente, Pinta las cosas sin pensar demasiado, justo lo necesario, es mucho más que talento, es intuición que toma la forma de don muy raro, ya que el “talento recorre las calles, hasta quitarle el gusto al talento”, decía ya el Sr. Ingres. Y, sin embargo, aunque haya pintado de esta manera cientos y cientos de cuadros, no se lo elogia demasiado. Estemos seguro que no entrará en la Academia, es que parece no tener intenciones de tomarlo seriamente. Se lo aprecia, es cierto, pero no como para otorgarle el Premio del Salón Nacional o las grandes paredes para decorar.

Señores coleccionistas a la búsqueda de un artista, ¿qué esperan?, ¿y ustedes, señores mecenas, que no saben a quién darle sus grandes premios? Un cuadro de este candidato le daría un buen aspecto al museo.

Lo que digo es lo que realmente pienso, ya que a pesar de una lucha de casi treinta años —años largos— el buen humor de Del Prete no fue alterado. Lo importante para él es pintar.

aquel Forner debe ser de la raza de esas amazonas indomables. Vino en un momento en el que la pintura argentina estaba moribunda, desangrada, perdida, no contaba demasiado, aunque satisfactoria en la mayoría de los casos, combatió el pincel con la mano y tenía la cabeza llena de ideas, defendía al mismo tiempo la pintura y sus principios humanitarios con toda la fuerza de la que era capaz. Luego se dio cuenta de que esta literatura molestaba a la pintura, adoptó entonces objetos extraños, con poder simbólico: ramas de árboles, secas, calcinadas, en un ambiente desolado, poblado de personajes espectrales, una especie de arte bruta para un artista sabio. Es ahora un arsenal cada vez más macabro. Calaveras, cráneos de bovinos, espantapájaros mitad carroña, mitad espectro, esqueletos de pescados que guardaron su aleta dorsal y la carne sobre sus cabezas en las que un ojo fijo los mira. Hay copas también, el tarot no está lejos: las copas y los peces. Además, su visión del mundo se encuentra más cerca de la brujería que del panteísmo.

Para juntar todos estos objetos que prefiero considerar como estructuras, cuando otros no verán más que símbolos, Raquel Forner utiliza todos los grises, muchos negros, contrastados con blancos, con rojos suntuosos —sangre—, poco azules —el cielo no tiene lugar en su obra— y los verdes de las profundidades marinas o de la génesis. Para vestir todo como un oficio sorprendente: tornasolados, moteados, jaspeado, tonalidades moarés, veladuras, transparencias, grosores, destellos de resina. Una gran orquestación del material pictórico, táctil, y gustativo. Es cierto que las manchas, y sus derivados, invaden todo, sumergen la joven pintura. Por supuesto que el arte de Raquel Forner no se comunica. No está en las rociaduras, en los enrejados, en las manchas de tinta, en las salpicaduras que por supuesto pueden ser arte si como siempre existe la elección y las relaciones. Su pintura se desarrolla siguiendo una lógica propia, teniendo bastantes recursos en ella misma como para no tener que buscar la inspiración en otro lado; sin embargo, es innegable que Raquel Forner sigue —de lejos— las transformaciones de las escuelas pictóricas. Fascinada por la muerte y la destrucción, no busca más allá, se conforma. Su arte es en esencia profundamente realista, su comunicación con el universo es más orgánico que espiritual.


Diana Chalukian en Pizarro


Algunos dicen de esta exposición: “No era necesario hacer tantos bosquejos geométricos para terminar haciendo retratos amigables, elegantes y apenas valiosos”.

Podríamos responder que es justamente porque Diana Chalukian hizo estos bocetos que pudo realizar retratos aceptables sin fracasar, y naturalezas muertas en las que vale la pena detenerse.

La razón, una razón implacable dominó su obra durante bastante tiempo, nada más humano que ahora quiera escaparse, teniendo tal vez conciencia de haber compartimentado por las percepciones sensibles y la inteligencia. Sus retratos son sin duda un ensayo para lograr una síntesis exacta. Es que simplemente corrió demasiado rápido hacia su objetivo. Para poder superar ese objetivo, no tiene que estar tan a la vista, hay que poder descifrarlo, considerar todos sus aspectos. Si supiéramos bien lo que buscamos, no lo encontraríamos jamás.


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