GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

EN VAN RIEL: SALÓN ANUAL DE ACUARELISTAS Y GRABADORES, O DE TODO UN POCO

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


En Van Riel: Salón Anual de Acuarelistas y Grabadores, o de todo un poco


Esta tan antigua Sociedad de Acuarelistas y Grabadores renovó su comité, y está ahora compuesto de personalidades que pertenecen a todas las tendencias artísticas del presente … y del pasado. Desde el escultor Alberto Lagos, que ejecutó el monumento a Falcón, hasta los pintores abstractos Fernandez Muro y Ocampo, pasando por todos los matices intermedios.

Esto podría indicar una actitud deliberadamente ecléctica del Comité. Ahora bien, sabiendo que los miembros del jurado, que son más bien anticuados, Estamos de acuerdo en que no hacemos otra cosa que entrecerrar las puertas. Dicho esto, ya podemos suponer cuáles serán las obras expuestas. Transmiten las directivas poco claras de este Salón en el que cada uno quiere hacer concesiones: los jóvenes buscando gustarles a los antiguos, y viceversa. El resultado es neutro, flotante. Los maestros consagrados no están en absoluto beneficiados, ya sea Spilimbergo, Larco, Soldi, Farina o Grandi. En cuanto a los jóvenes maestros, no parecen estar cómodos.

Raquel Forner, invitadas de honor, con el grabador Reguffo, está entre los artistas de su generación, la que hizo sinceros esfuerzos para adquirir lo que no tiene. Castagnino podría ser un buen dibujante si fuera menos hábil. Battle Planas envió una obra original. Este artista se salva cuando no busca hacer pintura seria o misteriosa. Una pintura digna de serlo, ¿no tendría que ser siempre misteriosa? En cuanto a Del Prete, muy intuitivo, es a menudo joven y libre. Yente se expresa con un lenguaje claro con muchas aplicaciones. La acuarela de Leopoldo Presas parece cuadro viejo. La de Agüero se demora en una decadencia alucinante. Forte cree que es bueno aplacar sus colores. Maraña no logra suavizarlos —y por suerte es así—, con él uno se cree estar siempre en una arena. ¿Yadwiga?, agradable. Alda María Armagni, muy buscada y muy hábil.

La esperanza de un descubrimiento —nombre desconocido, obra nueva—es el principal atractivo de estos Salones. Esperanza aquí muy limitada. El jurado que cree defender una vieja tradición según las reglas, no bromea y ningún accidente ocurrirá. Sin embargo algunas figuras menos conocidas merecen ser recordadas: Mina Gondlez, Julio Le Parc, Elio Palumbo, Inocencio Perez, Stefan Stocen.

Como todo Salón que se precie se han concedido varios premios. El más importante – Enrique Prins – fue otorgado por la Academia de Bellas Artes. Febo Marti es el ganador. La obra de este pintor es sin ninguna duda la que posee más cualidades susceptibles para agradar a los miembros del jurado: suficientemente moderna, sin agresividad de ninguna forma, renuncia incluida, una de esas obras de las que no se puede decir nada, poseedora sobre todo de las características de la “buen compañía”.

En resumen a este Salón todo el mundo querría participar – noventa artistas, ciento dos obras lo testimonian - pero sin darle importancia y sentido, a tal punto que todos mandan lo que sea. Cuándo terminaremos con estas exposiciones “no importa qué”? Son obras más que nombres lo que debemos exigir.


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