GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

4 de Octubre de 1957

EN PEUSER: PRIMER SALÓN DE PINTURA NO FIGURATIVO, O DEL ARTE CONCRETO AL MANCHADO (TACHISME)

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


En Peuser: Primer Salón de Pintura no Figurativo, o del arte concreto al Manchado (Tachisme)


Este Salón se propone mostrar la calidad más que la cantidad, ya que presenta solamente doce artistas. Artistas no figurativos, que estaríamos tentados de clasificar en concretos, surrealistas, pinturas con manchas y calígrafos. Interferencias entre estas conductas plásticas, impidiendo las etiquetas precisas para no perderse en el laberinto de tendencias y sus mutaciones. Es más simple de proceder por la tangente. Hay que acordarse, en primer lugar, que el artista moderno busca expresar una imagen interior, que no es otra que la estética, a menudo imprecisa, que debe estar definida, traducida en formas y colores por medio de la técnica —no confundir con el oficio—, momento muy importante, el principio del arte.


Si bien todos los grandes pintores se caracterizan por una técnica personal capaz de experimentar su estética, hubo en cambio tomas colectivas de conciencia que se llamaron Impresionismo, Fauvismo, Cubismo, etc., igualmente caracterizados por una técnica colectiva —un colectivo bastante reducido, podemos contar con los dedos de una mano los creadores de cada uno de los movimientos y con los dedos de la otra, los que los continuaron—, pero esos son los héroes de la plástica. En general, la mayoría de los artistas se conforman con un oficio embellecido con algunas recetas, habiéndolas ya demostrado, o con un talento más o menos exaltado y adulado. Apresurémonos en decir que esta actitud fácil no es la de la mayoría de los pintores de esta exposición, ya que tomaron directivas ante los movimientos bien conocidos entre los nuevos, entre las búsquedas más audaces, apoyándose a veces en las ciencias, las matemáticas, la filosofía. Las experimentaron con libertad y comprensión al aportar calidad personal bien definida. Si pensamos que ningún gran artista, ningún gran creador lo fue espontáneamente, no podemos reprocharles nada. Además, es justo reconocer su honestidad ejemplar y su aporte interesante en la nueva plástica argentina.

Admitamos entonces la autentica necesidad interior de estos doce pintores expresada en las treinta y seis pinturas que presentaron. Para Di Segni, es muy anarquista. Para Svanischini, todavía dubitativa, más cercana al impulso. Para Sakai, es una caligrafía japonesa que evolucionó, transformada en constelación coloreada, demasiado pensada y ordenada para que lo parezca. Para Chab, son imágenes visionarias, aparentándolas al surrealismo más que ningún otro. En cuanto a Clorindo Testa y a Maccio, pinturas con manchas de gran calidad, uno lo expresa por las capas de negros y de grises creando delicadas tonalidades, una especie de mimetismo de esas sensaciones proyectadas sobre el cuadro, el otro, por una sabia rica, tomando significado a través de las disciplinas adquiridas y guardando el impulso y la frescura de la infancia.

Si insistimos realmente a clasificarlos, esos seis artistas pueden ser considerados como espontáneos, con todas las restricciones que esto implica en el arte. Es que un oficio espontaneo no autoriza a creer en una técnica, esta puede haber sido encargada por un trabajo preparatorio, preludio de una ejecución impetuosa.

Los seis otros artistas, más geométricos, concretos, utilizan las formas precisas de un oficio más exacto, no incluyendo un intelectualismo exagerado ni una falta de sensibilidad, como se ha dicho a menudo. Al contrario, este control, esta moderación no es más que una voluntad más absoluta de coherencia, por medio de las formas reconfortantes, desarrollándose en relaciones sutiles, no excluyendo la imaginación ni la fantasía, haciendo al revés, un consumo muy grande de estas propiedades tan preciosas.

De la Vega es el más geométrico con Margariños. Tanto uno como el otro logran una dulzura y una ligereza en la expresión, manteniéndose en la austeridad, que son pruebas de la más fina sensibilidad.

De la misma manera para Álvarez, Villalba y Jonquières, voluntariamente muy concretos constructivos con un espíritu de renuncia que les confiere una grandeza. Para terminar, Hlito, después de un período de ascesis pictórico, de ninguna manera aburrido, luminoso como toda verdadera expresión espiritual, continua a desarrollar situaciones plásticas, cuyas formas se diluyen ahora sobre la superficie, con vibraciones de tonalidades, como para precisar mejor algunos signos formales en el espacio. Es una especie de contrastes simultáneos de modulaciones coloreadas de las más delicadas.

Es evidente que estos artistas crean sin ninguna preocupación naturalista. Sin embargo, estos organismos nuevos que se imaginan, ¿no son acaso muy reales?, de esas realidades nuevas que podríamos descubrir cotidianamente si estuviéramos más atentos y más sensibles, anticipaciones de un mundo nuevo al mismo tiempo que su conquista. Lo que fue de todos los tiempos la misión del artista digno de este nombre: descubrir antes que los otros.


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