GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

28 de Octubre de 1957

CURATELLA MANES: ESCULTURAS DE 1917 A 1957, O CUARENTA AÑOS DE VIDA PLÁSTICA EJEMPLAR

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


Curatella Manes: esculturas de 1917 a 1957, o cuarenta años de vida plástica ejemplar


Para realizar sus intuiciones estéticas, Curatella Manes luchó sin descanso. Un temperamento sentimental y un lirismo lo predisponían mucho más a las efusiones del talento y al romanticismo más desbordantes que a la reflexión. El lineamiento de su vida de artista se decidió el día en el que mostró una máscara azteca, que lo entusiasmaba, a uno de sus profesores. Este, con seriedad, lo puso sobre aviso: “No se equivoque —le dijo— no es una escultura, es un fetiche”.


Somos a menudo instrumentos del inconsciente de la providencia. Es lo que fue este profesor para Curatella. Su respuesta ambigua abrió lo ojos del joven artista: supo que a partir de ese momento tendría que encontrar él solo su camino.

No se marchita impunemente el ideal del adolescente. Luego de este incidente, la huida era la única determinación posible. Curatella partió hacia Europa. Se trataba ahora de aprender, de ver en otro lado el pasado que tenía que reconsiderar y el futuro que algunos pioneros preparaban.

El encuentro con Bourdelle fue decisivo. “No me intereso más en la intimidad de los detalles, quiero atrapar la forma en su conjunto, en su expresión total”, le dijo al maestro. “Tiene razón, mire el modelo como una arquitectura, luego, si insiste, logrará ver las entrañas”, le respondió Bourdelle.

Las iluminaciones no son otra cosa que la comprensión de muy simples verdades. Algunos días después, cuando el maestro entró al taller, un torso construido como el arco de un puente llamó la atención de su mirada. “¡Manes, usted ya comprendió —le dijo—, ahora tiene que irse, tiene mejores cosas que esculpir que pequeños Bourdelle!”

Es en ese momento cuando Curatella Manes se encontró con Juan Gris. En la intimidad de este pintor, pudo ver las estructuras de cartón pintado, muy poco conocidas, que este artista construía, en las que estaban incluidos los principios esenciales de la escultura. Fue un rayo de luz para Curatella. Instantáneamente, supo como reducir veinte formas en una sola, articular los planos, sugerir las profundidades, manipular las luces y sombras. Más de diez años fueron necesarios para encontrar la llave de la comprensión plástica de la máscara azteca y lograr la realización de El guitarrista, el punto de partida de toda esta obra.

La exposición comprende dos salas. Cada una tiene un rostro y una misión bien definidos. La primera, reúne algunas obras ejecutadas entre 1917 y 1945 aproximadamente. Algunas obras solamente, ya que las esculturas de esa época, realizadas en París, están allí aún. Treinta de ellas fueron donadas a la Argentina. Volverán a Buenos Aires cuando estén expuestas en la ciudad en las que fueron concebidas. En esta sala, el punto de partida de las esculturas es todavía naturalista, salvo La tierra argentina, maqueta de uno de los altorrelieves que decoraban el hall de Pabellón Argentino en la Exposición Internacional de París de 1937. El Rugby es la última obra que forma parte de las búsquedas de integración de espacios en la escultura, cuyo primer ensayo, Ícaro, innovador para la época, es de 1922. Pero Curatella, consciente de que se alejaba del objetivo que se había asignado, dio marcha atrás, repensó sus estructuras y realizó una serie de torsos que no tenían un punto de partida naturalista, sino una construcción interior.

La segunda sala se propone mostrar el desarrollo de una idea plásticas en obras realizadas entre 1945 y 1957. De la forma madre, la gran estructura blanca sobre un fondo negro, nacieron las ocho esculturas, transformadas según el material empleado: plexiglás, metal, bronce, piedra y yeso, desarrollo que podría seguirse hasta el infinito.

En la estructura, podemos ver los intercambios entre los espacios y las líneas; en el plexiglás, las transparencias de las combinaciones de encuentros de ángulos; en la Proyección 7, el brillo del metal que irradia la forma detenida por un contorno expresivo; en la construcción en dos planos, el recorte de esos planos que se entrecruzan con la fatalidad de un organismo vivo; en la Proyección 8, el volumen de la piedra que se modela para recibir las caricias de la luz y reflejarla. Los volúmenes que se entrecruzan para encontrar la estructura interior sugieren un torso, los tres volúmenes simples del Pájaro se encuentran en la articulación de la varilla sugiriendo una pata, resumiendo el mecanismo constructivo interior. Muchos admiten que el artista tiene el derecho de ir del pasado al presente y anticipar el futuro, pero no admiten que pueda evitar el paso por el pasado. Para las generaciones jóvenes, esto es sin embargo posible ya que, desde hace un siglo, a través de las experiencias de los grandes precursores, pueden saber lo que rechazan, por qué lo rechazan, por qué lo remplazan. Todo es claro, lo desconocido, las arenas movedizas de ayer y el terreno firme de hoy. Sin embargo, para ellos la tarea comienza lejos de ser fácil. Tendrán que explorar dentro de lo desconocido, más impenetrable y misterioso que nunca. ¿Quién podría imaginar ahora las expresiones plásticas que habrá en el año 2000?

Curatella Manes está, él también, dentro de las exploraciones actuales. Ante el futuro, se encuentra casi tan desvalido como los jóvenes, los problemas son enteramente nuevos, el pasado puede servir en muy pequeña medida.


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