GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

6 de Noviembre de 1957

HLITO EN LA SALA V DE VAN RIEL: PINTURAS NUEVAS, RECONSIDERANDO UNA MUY VIEJA IDEA PLÁSTICA

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


En la Sala V de Van Riel


Hlito: pinturas nuevas, reconsiderando una muy vieja idea plástica


Luego de muchos años de un arte concreto ortodoxo —en la medida en la que estos dos términos pueden acercarse— que nos valieron obras ricas, despojadas de lo que no era esencial para crear una nueva realidad, con la frescura de imaginación, de sentimiento y de ejecución de un primitivo. Hlito parece, en esta exposición, haber aceptado agrandar su campo de expresión estética. Esto les pareció a algunos, que miran superficialmente, libertades muy libertinas. Sin embargo, estas ampliaciones no solo están permitidas, sino que son deseadas, lo que se estanca si no es la expresión de la vida.

Si admitimos que el artista concreto busca esencialmente desarrollar una idea plástica según un proceso que debe ser ineluctable, fatal, al mismo tiempo que con posibilidades múltiples e imprevistas, estamos lejos de los dogmas y de los métodos estrechos.

Es de esta manera que las tinturas lisas vibrantes, las superficies preciosas esmaltadas, los cordeles, los círculos y las formas exactas, los ángulos impecables que constituían el modo de expresión de Hlito se transformaron en modulaciones sutiles, capas refinadas, evanescencias coloreadas. Las formas se afirman, como para mejor diluirse, evaporarse, perderse en los espacios siderales.

No nos equivoquemos, el consciente, el lúcido Hlito que conocemos, está realmente aquí, atento, buen piloto, conoce su camino, presenta escollos y sus peligros, listo para alejarse, para tomar otro si es necesario, seguir corrientes desconocidas, entrar a la noche, dar un golpe de timón. ¿No es acaso con la aventura que el interés empieza?

Los contrastes simultáneos lo tentaron. Esta ley plástica poderosa —recordemos esto: toda línea, todo límite de plano, son como el ápice de un ángulo en el que vienen a confrontarse la luz y la sombra— aprobada por artistas bien diferentes, como Rembrandt, Cézanne, Seurat, los primeros cubistas, Max Bill y muchos otros, podía retener su atención.

No demos por sentado que Hlito pensó exactamente en estos famosos contrastes, tampoco en el circo de Seurat ni en el látigo sostenido por el Señor Loyal del segundo plano de este cuadro famoso que divide la pista en dos planos. Tal vez, a lo sumo, Hlito soñó expresar su sentimiento del finito y del infinito.

Lo que importa es que haya utilizado este gran tema plástico —en sus cuadros fuertes, que si hablan es para decir algo— a fin de sacar conclusiones para él mismo. Contrastes de valores y contrastes de complementarios se funden en modulaciones muy impresionistas, por supuesto sin ninguna otra relación con esta estética más que con la manera en la que la pintura impresionista se interesaba en el espacio entre los objetos, las fusiones de vibraciones coloreadas que se producían.

Hlito es el único que puede saber si en sus búsquedas encontró el hijo de Ariadna. Nosotros sabemos solamente que es cotejando lo desconocido que los artistas con el temple de Hlito pueden continuar.


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