GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

15 de Enero de 1958

PREMIO DE PINTURA BICENTENARIO CINZANO

Por Germaine Derbecq


Premio de Pintura Bicentenario Cinzano


El resultado del concurso para el Premio de Pintura Cinzano no sorprendió a nadie. Horacio Butler, el gran favorito en la carrera por los cien mil pesos, se llevó el premio con una obra de formato modesto intitulada "El puerto".


Los que estaban dentro del juego, que respetaban las reglas de este tipo de competencias, sabían que ese pintor no tenía competencia seria. Raquel Forner, Spilimbergo y Soldi no concursaban, y Basaldúa había obtenido el año pasado el premio Helena Rubinstein.

En cuanto al jurado, no había que temer un golpe sorpresivo. Compuesto por siete miembros, de los cuales solamente tres son especialistas —tres críticos de arte de renombre—. Estos últimos eran capaces de mostrarse independientes, pero las otras cuatro personalidades no tenían ninguna razón para sacrificar el reposo del laureado academista para los caprichos del perdedor esperado. Sea dicho de paso, el academicista, esta presa demasiado fácil para el jurado, debería estar fuera de concurso en todos los concursos.

Le podemos reprocharle a Butler el haber logrado solamente modernizarse en lugar de haber también buscado “analizar al hombre experimentado”, y de la manera más sencilla, más exterior, agregando a los paisajes, a las naturalezas muertas que tiene la costumbre de pintar, algunas líneas de construcción y algunos círculos motivados por el sol, una sombrilla o el pie de un florero. Recurso del hombre experimentado más que del artista. Logró ilusionarse él mismo, y sin dudas otro con él, pero no era esta una razón para darle el premio. El talento de manejar hábilmente la pintura es la mayor cualidad acordada generalmente a Butler. Parece que había en sus obras “buenas secciones de pinturas”, como si la pintura se entregara por partes. En realidad, esta pintura tiene una propensión a buscar el efecto del cuadro viejo o tapicería vieja al mismo tiempo que una especie de unidad, únicamente por las tonalidades ocres o azules al estilo de viejo barniz o viejas lanas. Este equívoco de museo en los cuadros de Butler gusta sin dudas a los que ponen el grito en el cielo cuando la suciedad de los cuadros de museo, enérgicamente eliminada, les deja el lugar a los colores destellantes. El siglo xix es responsable de haber generalizado el empleo de una tonalidad —en esa época, el betún— para obtener una unidad ilusoria del cuadro. Hace tiempo que ya sabemos qué esperar al respecto. Derain fue la última víctima de este tipo.

Al lado de las pinturas de Butler, con una estética ondeante, las de Del Prete, de Sarah Grilo y de algunos otros hubieran servido mejor a la causa del arte de pintar.

Es cierto que los racionales le reprochan a Del Prete tocar todo, de embarrar, de no saber contener sus impulsos. No importan sus pobres razones, su imaginación es auténtica, su instinto plástico verdadero, vigoroso, siempre fue visionario. En él, ningún manierismo, ninguna pavada, y si toma de los otros, lo digiere bien, su lenguaje es directo y fuerte, el de un verdadero pintor.

En cuanto al intelectualismo de Sarah Grilo —como ya lo dijimos— es de buena calidad. Esta artista supo recrear, para su uso personal, descubrimientos plásticos actuales, entre otros, una manera de desplazar los planos, que transmite con un oficio preparado con todas las cualidades de sensibilidad pictórica que supera una inteligencia plástica que no es común.

Recordemos que este concurso estaba abierto a todos los pintores argentino que hayan obtenido grandes premios de Salones Nacionales o Salones Provinciales, que hayan realizado al menos cinco exposiciones particulares, o participado a exposiciones oficiales en el extranjero. La selección entre las cuales el jurado designó el laureado fue expuesta en la Galería Velásquez. Si bien en esta exposición casi todos los artistas importantes estaban presentes —incluso también algunos no tan importantes—, hubo otros que por diversas razones estaban ausentes: Hlito, Fernandez Muro, Lidy Prati, Seoane, Presas, Venier, Moraña…

Aunque la selección de este premio tenga una apariencia menos cerrada a la del Concurso Helena Rubinstein, realizado únicamente por invitación y muy reducido, el resultado fue el mismo.

Juzgar una pintura es difícil, llamar a las personalidades no especializadas pone en riesgo que todo sea falso, y es sin dudas lo que ocurrió.


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