GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

13 de Mayo de 1960

LAS EXPOSICIONES: OSKI EN BONINO | MAKARIUS EN GALATEA | HORACIO COPPOLA EN VAN RIEL

Por Germaine Derbecq


Las Exposiciones


Oski en Bonino: recrearse una ingenuidad no es para todo el mundo, Oski lo logra a menudo con recursos plásticos


Makarius en Galatea: bellas síntesis sin un análisis previo suficiente


Horacio Coppola en Van Riel: un poeta de la fotografía


Arte Bruto es la etiqueta que podríamos ponerle a las pinturas de Oski, conocido por sus dibujos humorísticos que representan grotescos pequeños personajes que se desenvuelven en la vida cotidiana. A simple vista, dibujos y pinturas no parecen tener ningún parentesco, en sus formas expresivas de hecho no hay ninguna. Es en el plano estético que la paternidad de dos géneros es evidente: misma ingenuidad deseada y obtenida, misma identificación absoluta con las cosas por los recursos inteligentes y una fina observación.

Las expresiones del Arte Bruto no rechazan las torpezas infantiles —círculos mal hechos, nariz en triangulo, ojos como botones, bigotes postizos, etc. Oski tampoco. Las utiliza para sus fines: dar la impresión de un impulso primario. Su originalidad consiste en poder integrar los hechos plásticos, pero sin parecer sabio. Sus obras adquirieron de esta manera clase y consistencia. Hay asimismo un rechazo de la receta ya preparada, una necesidad de encontrar soluciones propias que hacen que sus pinturas, que aborrecen todos los estilos, hayan adquirido un estilo personal.


En el lado opuesto de Oski, se sitúa Makarius. Este artista de la fotografía retomó la pintura luego de encontrarse con el pintor Mathieu. Sin ninguna duda, es el encuentro más peligroso que un pintor pueda hacer si no está lo suficientemente armado para discernir que la pintura de Mathieu representa el final de un ciclo que comenzó hace más de un siglo y que no queda mucho para tomar a través de su obra. Obra que exprimió hasta el final para extraer lo esencial del cúmulo de material plástico vivo, que sería mejor ir a buscar a otro lado, allí donde Mathieu lo tomó, allí donde se ofrece a quien quiera verla y sin toda la riqueza.

Que sobre un fondo más o menos unificado Mathieu regrese con una escritura muy en relieve, una caligrafía bien estudiada sobre la cual meditó, que logre transformar un recurso manual, un oficio, en una técnica, solo puede ser válido para él. Pero cuando Makarius remplaza esta escritura por chorros y por salpicaduras, resulta un oficio hermoso, agradable, realizado con el mejor buen gusto, procurando un placer a la vista rápidamente agotado. Es posible que, con el recurso mecánico, Makarius haya encontrado un impulso para pintar; para obtener expresiones más profundas y más verdaderas, debería retomar por su cuenta el camino inverso, recorrerlo a partir de esta síntesis muy rápidamente adquirida hasta un análisis hecho por él y para él.


Es con la cámara de fotos que Coppola pinta sus paisajes. En el parque Nacional Nahuel Huapi ha recopilado imágenes maravillosas. A los recursos de un oficio totalmente adquirido, suele añadir técnicas personales para expresar más de lo que ha registrado el ojo fotográfico. Algunos intentos de edición, efectos de objetos o telas son éxitos más actuales. El largo pasado de este gran artista de la fotografía, su desinterés, una entrega total al arte de su predilección merece respeto. Cuando estaba en Paris, Christian Zervos lo llamó para colaborar con las ediciones de los Cahiers d’ Art. Las fotos que tomó de las esculturas de los caldeos en el Museo del Louvre y el Museo Británico son inolvidables, como dice Zervos, surge el sentimiento profundo de su misterio. Pero es como cineasta que Coppola es realmente un poeta de las imágenes pero productor Argentino ha sabido utilizarlo. Hacia 1934 realiza cortometrajes que son verdaderos poemas. Un documental “Le Pont des Arts” tiene una técnica muy actual, no nos sorprende que en su presentación en Argentina, hace más de veinte años, no obtuvo ningún reconocimiento. Esta incomprensión desvió a Coppola de un camino que era suyo, esperemos que lo retome, el cine argentino necesita poetas.


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