LE QUOTIDIEN
30 de Marzo de 1960
A PROPÓSITO DE ALGUNAS OBRAS DE HENRY MOORE
Por Germaine Derbecq
A propósito de algunas obras de Henry Moore
Presentadas en la sede de la Asociación Argentina de Cultura Inglesa, de la British Council
Luego de un siglo xix que, en Inglaterra, no conoció más que esculturas únicamente abocadas a la búsqueda de la perfección académica, desde algunos años una verdadera generación espontánea de artistas ha surgido, generando un enriquecimiento del arte de la vieja Albión, al presentar un verdadero psiquismo de la raza como ninguno de sus artistas lo había hecho hasta ahora, salvo Turner.
No les fue difícil a cada uno de los seis o siete escultores, que se cuentan en esta nueva ola, deshacerse del conformismo reinante que había paralizado la libre expresión en sus padres. Combatientes de la última guerra mundial —las dos, para Moore—, apoyados estéticamente en el Surrealismo, filosóficamente en el Existencialismo, plásticamente en los descubrimientos sucesivos de sus hermanos artistas del continente, pudieron recortar nuevas imágenes del mundo, alucinantes, cargadas hasta el tope de percepciones desconocidas, que contaban sin falsa vergüenza las angustias de sus almas, los tormentos de sus corazones, las dudas de su inteligencia, con la naturalidad plástica de una fuerza vital orgánica.
Moore, el más anciano de este linaje, nacido con el siglo, realizó su primera exposición en Londres en 1928, y luego otra en Nueva York en 1943, y en las principales ciudades capitales europeas entre 1949 y 1950. En menos de veinte años, su obra se impuso universalmente.
La exposición, que tiene lugar actualmente en Buenos Aires, o la manifestación cultural, —entre otras numerosas organizadas periódicamente con fe, inteligencia y perseverancia por el British Council— comprende cuatro bronces, once dibujos, acuarelas, litografías, grabados y diecinueve fotografías tomadas por el artista. Exposición reducida, pero suficiente como para mostrar la importancia de la obra de Moore, para convencer sobre su excepcional calidad.
La filiación de su obra podría ser Maillot y Laurens en lo que respecta la búsqueda del volumen y de su desarrollo integral en la luz; el arte precolombino en su monumentalidad, su fuerza psíquica, la belleza del material; el arte griego en su estructura y su luminosidad. Obra figurativa e igualmente abstracta, fusión de dos expresiones. Las soluciones plásticas encontradas por Moore no podrían haber sido tan numerosas, tan firme y seguras sin los “descubridores” de estos cincuenta años. Recogió el usufructo cubista y surrealista como un gran señor de la forma y del arte.
Desarrollar los planos o los volúmenes con la originalidad en los medios, integrarlos en el espacio, darles un peso y una vida. En pocas palabras, crear una nueva realidad solo le pertenece a él.
Como todos los creadores, tiene una facultad de asimilación morfológica poco habitual. Si se inspira en una estatua precolombina al punto de aceptar toda la estructura, la recrea, y es con un placer de gran calidad que se identifica el arte precolombino a través de su temperamento. Si se inspira en las formas vegetales, animales, en la naturaleza de un paisaje, no se trata más de un préstamo, sino de un mimetismo.
En la Segunda Bienal de Escultura al aire libre en Middelheim, en Bélgica, la manifestación de escultura mundial más espectacular, los ingleses estaban perfectamente representados, y Moore más que ninguno entre ellos. Al lado de obras antiguas estaban las nuevas, monumentales mujeres sentadas, que más que mujeres eran síntesis, se imponían en el paisaje con la autoridad de las arquitecturas antiguas, manejando la luz, no permitiendo la absorción de las formas, obligándolo a hacer lo contrario, a exaltarlas —fenómeno más raro de lo que parece, Rodin mismo lo logró con su Balzac—. Es que Moore, más que ningún otro escultor, trabaja para la luz y por la luz, a tal punto que hay impresionismo en sus soluciones plásticas, y no es un sofisma, como para los pintores, el escultor trabaja para la luz, determina, construye, deformas, afirma, diluye, ahueca, amplifica.
Moore, que surgió en un momento trágico de la vida del pueblo inglés, es como un símbolo de su vitalidad y de su facultad de adaptarse a un nuevo orden, siempre estando bien anclado en el pasado.