GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

8 de Julio de 1960

LAS EXPOSICIONES: PUCCIARELLI EN PIZARRO | CHAB EN VAN RIEL

Por Germaine Derbecq


Las exposiciones en Buenos Aires: Alrededor del arte informal


Pucciarelli en Pizarro


Chab en Van Riel


Los que tuvieron el privilegio de ver hace un año algunos de los ochenta cuadros de arte informal de diecisiete pintores estadounidenses reunidos en una exposición no lo olvidarán tan de pronto.


Desde el Futurismo y el Cubismo, y tal vez el Arte Bruto de 1947, era sin dudas una de las manifestaciones de arte pictórico que aportaba una carga de dinamita plástica y humana desde hace tiempo desconocida, que reflejaba un anti conformismo absoluto, una liberación de todos los órdenes de los preceptos, una independencia del arte de pintar que no podía nacer más que allá.

En Europa, el Arte Informal no tiene esta fuerza de agarre como la que podía tener Vlaminck en 1902, cuando esparcía el color del tubo directamente sobre la tela para apaciguar estos transportes panteístas delante de la naturaleza, para menospreciar la figura del burgués, para liberar una fuerza física desbordante y no solamente gritar, pero afirmar con actos “jamás mejor Van Gogh que mi padre”.

El Arte Informal europeo es más intelectual, más clásico. Es de alguna manera el arte informal “paterno”, el que fue elaborado lentamente a fuerza de conquistas sucesivas, de retrocesos, ya que desde el impresionismo el Arte Informal era virtualmente posible.

Para remplazar una certeza por otra, el hombre no se decidió fácilmente. Las guerras lo obligaron a acelerar sus conquistas sobre la materia, a avanzar sus revoluciones industriales. Una gran cantidad de pintores tiene consciencia del mundo pictórico nuevo que se edificó desde hace cincuenta años paralelamente a las técnicas, saben ahora que pueden permitirse de todo y que todo puede ser viable. La justificación interna que buscaba desesperadamente Kandinsky para tranquilizar sus reparos de emancipación no tiene razón de ser; la pregunta fue retomada desde todos los puntos de vista, le quita el sueño a todos los pintores. Pero los verdaderos pintores saben también que, si bien adquirieron todas las libertades, los límites de la pintura son los de la vida, de la cual es reflejo. Las constantes, las grandes leyes, permanecen, la estética cambia siguiendo las necesidades de experimentación, pero los recursos para expresarse con una técnica propia son ineluctables, el pintor más liberal tiene una, ya sea Dubuffet, Hartung, Pollock o incluso Mathieu, la técnica que expresa su estética y es aquí donde reside el arte.

No nos equivoquemos, el pintor informal no es un ser abrumado por la búsqueda de su alma, no lucha con las trampas de su subconsciente, en debate con el zen, enajenado o en éxtasis —por lo menos, no más de lo que tiene permitido un mortal—, como una literatura quisiera hacérnoslo creer; es como los otros pintores de todos los tiempos en la búsqueda de su propia expresión en la elaboración de un hecho pictórico. La supresión del diálogo con la referencia del objeto no implica un cambio fundamenta en cuanto a la expresión subjetiva del artista, pero, al contrario, la facilidad quita la máscara, y es cara a cara con la pintura que el pintor se enfrenta.

Para los contemporáneos una obra está raramente en su justo lugar. El tiempo se encarga de poner todo en orden. Delacroix era para sus contemporáneos el pintor de museo. Para nosotros, las pinturas de Dupuitren se integran perfectamente con las colecciones del Louvre, nuestros chicos encuentran normal los Picasso más agresivos y nuestros nietos verán en los tachistes solo mucha pomposidad, que no tendrá la misma frescura y la misma libertad de un Turner.

En este concierto mundial de lo informal, ¿qué puede aporta la pintura argentina? Hasta aquí, todas las generaciones, salvo algunas excepciones, fueron jóvenes solo con compunción y de moda con cincuenta años de retraso. Desde hace unos diez años, este retraso se acortó sensiblemente; en cuanto a los nuevos, entenderán el estar últimos en el barco. Hay entonces algo que cambió.

Entre ellos, Pucciarelli dio testimonios de una muy real comprensión de la pintura actual. Partiendo de datos ya muy bien establecidos, los experimenta personalmente. Con mucha inteligencia y compenetración de espíritu, utiliza la materia pictórica o extra pictórica como recurso total para organizar su pintura, la materia es al mismo tiempo el dibujo, la forma, el color, el valor y el espacio. Los conocimientos que tiene no son obstáculos para él, hace caso omiso. Es de esta manera que con contrastes de espesores, de fluidez, de craquelado, de grandes trazos negros sobre blanco, encostraduras negro sobre negro, rasgados deliciosos muy muralistas, y todos los recursos del oficio más sabio logra objetos pictóricos llenos de sensibilidad y de fuerza interior.

En cuanto a Chab, se tiró a la pileta pensando que se salvaría una vez más. Es bastante sorprendente que un pintor cuyas obras con una estética muy densa, muy rebuscada, muy apegada a una expresión irreal y con equivalencias oníricas se haya lanzado de esta manera para llenar la Sala de Van Riel con grandes cuadros de masas glutinosas que se forman un degradé desde los oscuros hasta los claros con una especie de furia y de exasperación, como si quisiera comprometerse solemnemente y públicamente a llevar todo a discusión en base al informalismo. Aunque la demostración no sea completa, felicitémoslo de todas maneras, tuvo mucho coraje.


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