GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

9 de Septiembre de 1960

LAS EXPOSICIONES EN BUENOS AIRES: THIBON DE LIBIAN, WALTER DE NAVAZIO Y RAMÓN SILVA | POLISELLO

Por Germaine Derbecq


Exposiciones en Buenos Aires


Tres precursores de la pintura moderna en Argentina:


Thibon de Libian y sus amigos Walter de Navazio y Ramón Silva en Lirolay.


Polisello en Pizarro


(Falta el principio del artículo)

... la alfombra muy a menudo logra desnaturalizar la obra de Thibon, a encerrar su personalidad en un círculo en caída, a hacer clasificar su obra como la de un pequeño pintor de domingo.

Las realizaciones muy diversas de su obra no contribuyen más a rehabilitarlo, se creyó ver marcas de debilidad. Esta diversidad no era ni una flaqueza ni una versatilidad. Sus aptitudes para el dibujo de carácter, de observación de la vida de la calle y su gusto innato por el color lo orientaron, por un lado, hacia expresiones inspiradas en Toulouse Lautrec y en Degas y, por otro lado, en los impresionistas. Esta dualidad de expresión pictórica se fue encontrando a lo largo de toda su vida.

Su arte había solamente tenido bases rudimentarias para las nuevas búsquedas. Los pocos cuadros impresionistas auténticos vistos en Buenos Aires y todos los de nuevos pintores vistos durante su viaje a Europa fueron sus únicos maestros.

Este único viaje que terminó en París le presentó perspectivas plásticas impresionantes, demasiado pronto disipadas por culpa de la incomprensión de un padre que lo llamó de pronto a Argentina porque “no dibujaba como Raphaël”. Este viaje fue para el resto de su vida una permanente fuente de recuerdos plásticos y también de desesperanza. Esta desesperanza de haber solamente entrevisto tanta riqueza se incrementó con los años y lo condujo irremediablemente a la tumba.

En esos tiempos, los intercambios artísticos con Europa no podían ser un gran recurso para los pintores que se lanzaban en las nuevas aventuras. Solo tenían que confiar en sus intuiciones.

Escuchando los latidos de sus corazones, acoplándolos al ritmo de los colores y de las formas, nuestros tres pintores tuvieron la gracia de las intuiciones correctas. Inspirándose en la naturaleza con humildad, la representaron tanto con un realismo sin vulgaridades como sin sentimentalismo lastimero, traduciéndola con un sensible lenguaje de colores puros, grandes manchas, síntesis expresivas.

Sin grandilocuencia, con el sentimiento justo por el arte y por la pintura, trajeron al medio plástico argentino las bases de un arte independiente, íntimamente vivido. Como a esos niños de apariencia delicada, pero con una riqueza interna, se los creyó débiles. Sin embargo, con los años, esta aparente debilidad confundida con simplicidad se desvaneció para relucir las calidades poéticas y plásticas de sus obras.

Estos tres mosqueteros pagaron con su vida el ser poetas y no querer expresar más que lo inexplicable. Nos damos mejor cuenta de eso hoy, cuando miramos a los otros, que frente a ellos son solamente buenos obreros del pincel.

Y bien —¿podemos creerlo?—, la memoria de estos héroes de la pintura no tendrá siquiera el derecho a una reparación integral. Algunos que se dicen precavidos, excluyen estos pintores de la clase internacional.

¿Y que es esta “clase internacional? ¿Sería el estilo, pero en ese caso qué estilo? Creo que confundimos a menudo estilo con oficio, estilo con plagio, estilo y manierismo.

Nuestros tres pintores no pensaron nunca en cuidar sus estilos, nunca pensaron en la clase nacional o internacional y, sin embargo, lograron un verdadero estilo de la buena pintura sin artificios. Sus obras poseen la frescura ingenua de lo que tienen corazón puro, la delicadeza solemne de los que tienen un alma.

Este fue su mayor fallo: ser simples, ser verdaderos, no saber hacerse los locos.


Polisello


Polisello, el más joven de nuestros pintores visitados por el éxito, entró de pronto entre los renombrados porteños.

De alguna manera, lo merece. El arte de pintar es para él una cosa seria, aporta conocimientos técnicos de dibujante publicitario, el rigor de este oficio que tiene una base de excelentes principios plásticos.

Además, supo apoyarse en un artista que jugó con la estática y el dinamismo con espíritu, Vasarely es su maestro.

Las hermosas demostraciones cinéticas que constituyen los cuadros de Polisello son ejecutadas con una justa medida y una comprensión de esta técnica geométrica y óptica puesta a punto brillantemente por el pintor francés.

El único peligro del éxito precoz es saber detener el impulso, la búsqueda, la meditación. Es la prueba de fuego, los fuertes lo logran. ¿Pero por qué Polisello no estaría entre ellos?


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