LE QUOTIDIEN
31 de Octubre de 1960
EXPOSICIONES: ROMULO MACCIO, DAGA, MARGOT PORTELA PARKER, NICOLAS GARCIA URIBURU
Por Germaine Derbecq
Las exposiciones en Buenos Aires
Rómulo Maccio en Witcomb: un volcánico expresionista abstracto
Daga en Witcomb: muy apreciadas esculturas dépaysées[1] en un decorado
Margot Portela Parker en Yumar: delicadas expresiones de lo fortuito
Nicolás García Uriburu en Lirolay: un joven que ya sabe todo
Rómulo Maccio
La gran sala de Witcomb adquiere con esta exposición diestramente diagramada una articulación, una clase y una luminosidad no habitual.
Es cierto que las pinturas de Maccio son suntuosas —una especie de Rubens repasado y corregido por el espíritu joven compenetrado de energía, color, y ritmos poderosos del gran flamenco, incluso sin haber establecido un acercamiento consciente—. Estos cuadros de grandes dimensiones, con cuchilladas de colores violentos, en tonalidades fatigadas y contrastes bien acordados, constituidos por una seguidilla de impulsos en cadena que se desarrollan sin relación aparente, garabatos para muchos, poseen su orden y sus leyes. Un orden poco habitual, por supuesto, superposiciones informales, una multiplicidad de adquisiciones coloreadas que se reconstituyen al estilo impresionista, un impresionismo cuya pincelada estaría considerablemente agrandada.
Entre los nuevos artistas, Maccio es sin dudas el más cercano de la joven pintura yankee, tan rica en sus impulsiones vitales, cercana a Koening, este americano de origen holandés, identificado con la gran pintura flamenca, con una libertad de expresión que confunde.
Una tradición no se perpetua por inspirarse o adaptarse a otra época, pero por identificarse a la sustancia. Es justamente esto que comprendió Maccio.
Daga
En 1953, en el Salón Nacional de los Estudiantes, este joven escultor atrajo la atención por exponer una cabra Picasso-Daga que no dejaba ninguna duda sobre su habilidad, sus facultades de adaptación, sus dones de escultor y ninguna inquietud sobre su equilibrio psíquico revelaba complejo alguno.
Esta primera exposición personal, espectacular, confirma esta impresión. La intención de una buena presentación era loable, aunque tal vez se le podría reprochar la búsqueda de un decorado más que solo espacios; una acumulación de elementos no siempre relacionados con la sala terminan aportando más confusión que armonía.
Las pequeñas esculturas expuestas en las vitrinas, formadas con la dimensión de las palmas de las manos, son las mejores expresiones de su obra: construcción sólida, un empujón vigoroso, suave modelado que le son propios. Las más grandes son menos convincentes, sobre todos las que mezclan los materiales, los bloques tradicionales de madera, encerrados por alambres metálicos, buscando prefigurar un espacio un poco fácil en el que el barco fantasma, digno de una puesta en escena wagneriana, cae en desuso.
Daga es el escultor de una tradición que fue renovada por Brancusi, Arp y Moore. Tendencia que le conviene ya que tiene el sentido de los ritmos y de las formas, pero para seguir la vía de la creación extra formal, sería necesario cuestionar todo.
En resumen, Daga está sin dudas en la promoción de los escultores susceptibles de entrar en la competencia de los posibles elegidos.
Margot Portela Parker
El arte informal único y múltiple nos probó a nosotros mismos que teníamos razón cuando nos abandonábamos incondicionalmente a las misteriosas comunicaciones de cosas que se dan a conocer. En este instante sublime de ricas impresiones fugitivas, que nos llevan sobre Pegasus hasta que la razón racional retome las riendas, nos susurra al oído que esto no es arte —entendámonos bien: arte catalogada, etiquetada, jerarquizada, entregada en cajas, en botellas, en pastillas o en comprimidos—.
Las pinturas de pequeño formato de Portela Parker salen de estos intercambios, pertenecen a esta familia de pintores informalistas con ramificaciones infinitas cuya filiación sería sin dudas los collages de Dubuffet.
Evanescencias, o franjas, y sólidos, colores indecisos o precisos al mismo tiempo es lo que encontramos a través de ella, nuestras emociones defendidas por nuestro conformismo incorregible que nos obligó a rechazar el nombre que les habría dado la vida, y en la búsqueda de los que se lanzan nuestros pintores actuales.
Los primeros pasos de Portela Parker con Pettoruti son su garantía de su primera formación. Constatémoslo una vez más, las obras informalistas más talentosas provienen de direcciones plásticas sólidas. Discreción en los gestos, una rica comunicación de la sensación y fineza en la percepción caracterizan las pinturas de esta artista.
Nicolás García Uriburu
En el firmamento de los nuevos talentos, hay que anotar el nombre de este joven pintor.
Tanta madurez a los 22 años confunde. Nuestros jóvenes a veces nos desconciertan. ¿Dónde aprendieron, dónde comprendieron, dónde observaron? Parecería ser que todos juntos, con su llegada al mundo, trajeron un equipaje de recuerdos. Y una personalidad inquietante. Uriburu parece estar entre ellos. Juguetea naturalmente en las profundidades acuáticas, campestres o celestes, evocaciones melódicas, dramas vegetales, meandros armoniosos, expresados con un material casi demasiado bello que solo sería preocupación si no fuera porque una auténtica vida interior no hiciera vibrar esta artesanía perfecta. Esos cueros trabajados calientes y profundos, estas pieles de cocodrilo relucientes como helados, esas viejas maderas o viejos caminos, testigos de esplendores desvanecidos
El poder de la evocación del material modulado tan sutilmente, tan sabiamente, nos introduce en regiones en las que el espíritu concibe otra vida en donde nada es misterioso, ni suave, ni agradable, ni bello, pero en donde todo es misterioso, suave, agradable y bello al mismo tiempo en una fusión completa. Lejos de ser deshumanizado, es un mundo supra humano, en donde se puede respirar, o donde, en realidad, encontramos una atmósfera de verdadera vida.
No es indiferentes saber y no es difícil admitir que García Uriburu es un autodidacta, pero menos fácilmente creeremos que es un estudiante de arquitectura, aunque no les guste a los que proclaman el fraude del arte informalista.
En la orquesta informal de los jóvenes que surgieron desde hace dos años, García Uriburu ocupa un lugar aparte. Cargada de años y de experiencia, su obra no es una promesa sino un hecho. Será necesario, para continuar, renacer o cerrar la puerta detrás de él. Pero qué importa mañana y hoy, ¡qué bello comienzo!
[1] No tiene traducción. Sensación o estado de una persona que se siente fuera de su casa, su ámbito o su país.