LE QUOTIDIEN
5 de Diciembre de 1960
EXPOSICIONES: DE LOS REYES, DEMIRJIAN, OCAMPO
Por Germaine Derbecq
Las exposiciones en Buenos Aires
De los Reyes y Demirjian en Lirolay: donde es evidente que abstracción y figuración son clasificaciones que no quieren decir nada
Ocampo en Bonino: un “sólido” informalismo
Para todo el mundo, De los Reyes es un pintor informalista y Demirjian es un pintor figurativo. Sin embargo, qué hay más realista que la pintura de De los Reyes, salpicaduras, crecimientos, irisación, incandescencias, floraciones, olas furiosas, tierras quemadas, etc. Un informalismo que sugiere apenas transpuesto de lo real, y lo real tiene un carácter informal.
Las pinturas semi figurativas de Demirjian, misteriosas y secretas, sugieren ellas también una realidad, pero realizada de imponderables, subjetivos, evocando estos intercambios y susurros de las cosas entre ellas, tan tangible para aquellos que son sensibles a este lenguaje. Este mundo creado, proveniente de correspondencias poéticas, guarda una dignidad, no hace nada para insistir en hacerse notar, se mantiene dependiente del cuadro.
Las pinturas informalistas de De los Reyes, amables y sin vueltas, son más comunicativas, elementales, materiales en lo que la materia tiene de más fugaz, se exteriorizan ruidosamente, se hacen ver, tocar, temer, amar, odiar, se extienden en la sala, acechan nuestra amistad, sumergen al visitante, su estructura blanda de buena gente, materia, no hacen nada para impedírselo. Para decirlo todo: la idea plástica no los aprisiona. El gusto por las buenas pinturas, el impulso descarriado, una inclinación por lo extraño, parecen ser los únicos conductores del juego con recuerdos de visiones reales que vienen a aglutinarse sobre la tela. La ilusión es a veces tan grande que un sentimiento de malestar se ampara del que ve un visitante en el medio de estas pinturas, que parece estar luchando con las tempestades, con el fuego, con las convulsiones sísmicas o con las floraciones embriagadores de las flores del mal.
Demirjian, formado en la dura escuela de Pettoruti, luego discípulo del método ortodoxo de Butler, no se asusta, no bromea con la organización del cuadro, su sumisión está intacta ya que no encontró el precio de su rescate; prudente, sabe que la verdadera libertad debe cobrarse su precio y que no se hace trampa con sus exigencias. Por esto, por decirlo de alguna manera, es aún tradicional, pero un auténtico sentimiento poético lo posee, un instinto plástico seguro lo conduce, una sensualidad le hace perder a veces la cabeza, también se escapó por poco a las disciplinas esterilizantes, a los deseos perpetuos, al matrimonio forzado, y es con amabilidad que nos dejamos penetrar por esta pintura de fantasías extrañas surgidas de cosas familiares. Simbiosis curiosa que desata el lado serio y aplicado que construye la trama.
El informalismo de De los Reyes es infinitamente más real que la figuración de Demirjian, ya lo dijimos, tengamos cuidado con las etiquetas. Pasen la revisión, señores controladores oficiales u otros, que nos vuelven a vencer con sus compartimentaciones y sus clasificaciones. Es cómodo y lo utilizamos todos hasta el día en el que nos damos cuenta —con nuestros propios ojos, como dice el gendarme—que esto no quiere decir nada, que esta no puede de ninguna manera ni desacreditar ni acreditar una pintura o una escultura y todavía menos el arte.
Ocampo
Ocampo, desde hace diez años, trabaja duro. En sus sucesivas etapas, aportó las mismas calidades, los mismos dones, las mismas ansiedades: es un buen augurio. Un gusto innato por el color, sus modulaciones y los intercambios coloreados lo cautivaron más que las formas. No es para sorprenderse que haya logrado un informalismo, un informalismo de trazos a veces capilares, de pinceladas multiplicadas: técnica que es por el momento la única salida para este tipo de temperamento de pintor. Técnica que Ocampo no se tardo demasiado en profundizar, pero de buena manera. Lo logró montando lentamente el tortuoso camino de la búsqueda de él mismo, ayudándose a veces por una mano tendida, jalonando ese camino de obras siempre más coloreadas, mas tornasoladas, más impresionistas para llegar a este informalismo equilibrado, construido incluso, suficientemente aéreo para saciar nuestra necesidad de sueños, suficientemente denso para contener nuestras creencias visuales, suficientemente intelectual para satisfacer a las necesidades plásticas. Esta pintura está bastante segura de ella misma para reconfortarnos y bastante desconfiada de ella misma para ser comunicativa, manteniéndose humana y sensible, sabiendo que el error está cerca de la verdad y, para esta humildad, más cercana al corazón de cada uno de nosotros.