GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

16 de Diciembre de 1960

¿QUÉ REALIDADES ARQUITECTÓNICAS UN EDIFICIO CONCEBIDO POR LE CORBUSIER PARA UN SITIO PAISAJISTAS PODRÍA APORTARLE A BUENOS AIRES? - PARTE I

Por Germaine Derbecq


Qué realidades arquitectónicas un edificio concebido por Le Corbusier para un sitio paisajistas podría aportarle a Buenos Aires?


Un edificio importante destinado a recibir las colecciones de arte y ser la sede de un centro cultural y científico


Amancio Williams y Antonio Bonet han querido responder a las preguntas que creímos necesario hacerles a arquitectos de renombre, luego del artículo aparecido en estas columnas, “¿Tendremos un edifico de Le Corbusier en Buenos Aires?”. El ingeniero Guido Di Tella le pidió a Le Corbusier unos planos para el edificio destinado al Instituto y Fundación Torcuato Di Tella, organismo creado en memoria del gran industrial.


Respuesta del arquitecto Amancio Williams


Hace veinte años, cuando los soñadores europeos y americanos publicaban todavía sus obras académicas, había en Argentina un grupo de jóvenes arquitectos, modernos (todos admiradores y algunos alumnos directos de Le Corbusier), que creaban proyectos, cuya mayor calidad impactó al maestro, como se puede leer en su artículo aparecido en “El hombre y la Arquitectura”, en 1947. André Bloc estuvo también muy impactado y fundó consecuentemente, en Buenos Aires, la edición sudamericana de “La arquitectura de hoy”. Lamentablemente, la lucha, ya bastante ardua, que esos jóvenes arquitectos debían sostener contra su entorno, se vuelve aún más difícil a causa de la situación política del país y del retraso económico y cultural sufrido durante la dictadura. Sin ninguna idea de nacionalismo, que es funesto para el arte, hay razones para pensar que, en el momento en el que argentina comienza a despertarse y a ofrecer algunas posibilidades a los arquitectos, sienta la responsabilidad hacia estos arquitectos que desencadenaron el movimiento moderno y que durante veinte años no pararon de luchar por sus principios, sin negociar nunca y con fuertes sacrificios, y les reserven las posibilidades de ordenar, aún en número muy restringido. A parte de estas consideraciones, personalmente solo puedo regocijarme, y mucho, con la idea de tener en Buenos Aires una obra de Le Corbusier, sobre todo en un emplazamiento paisajistas, para que logre hacer resaltar la belleza. Una obra de Le Corbusier sería bienvenida, no solamente en Argentina, sino en cualquier parte del mundo. La presencia de una hermosa obra de arquitectura no se limita a embellecer una ciudad, educa los ojos de la gente, constituye un ejemplo que puede ser imitado por otras personas o por las autoridades. La belleza es siempre fecunda.


Respuesta del arquitecto Antonio Bonet


Si es verdad que Di Tella le propuso a Le Corbusier la construcción de un edificio en el que se instalaría la colección que formó su padre y que, además, Le Corbusier no habría dicho que no a esta solicitud, Buenos Aires debe entonces movilizarse para que esto sea un hecho.

Brasil, país excepcional en lo que respecta la arquitectura contemporánea, comenzó su prodigiosa expansión a partir de un edificio proyectado por Le Corbusier en 1936. Siete años antes, este había venido a Buenos Aires y a pesar del enorme éxito que obtuvieron sus conferencias, su visita quedó estéril. Era evidente que la Argentina no estaba receptiva en ese momento para este tipo de problemas y que en consecuencia no podía hacer frente al que presentaba la arquitectura actual.

La enorme diferencia en cuanto a las consecuencias que conllevó en estos dos países la visita de Le Corbusier es tan importante que es suficiente para explicar el fracaso de la arquitectura argentina contemporánea. Si estas razones y la mediocridad general de nuestra arquitectura no tienen el poder de demostrar lo que puede significar el hecho de tener en Buenos Aires un edificio de Le Corbusier, creo entonces que cualquier otro argumento se queda sin propósito.

Buenos Aires se presenta hoy a nosotros como un conglomerado caótico sometido, por un lado, por la especulación de la iniciativa privada y, por otro, a la incomprensión de las autoridades.

La ausencia de planos oficiales para el desarrollo y la remodelación urbanística, la desintegración del suelo de la ciudad, provocada por una subdivisión incomprensible y, finalmente, el reglamento de la edificación, sometido al caos actual y a la especulación del suelo, esterilizan a los mejores arquitectos y alejan a los jóvenes de la práctica profesional, ya que no ven en ella más que un futuro de preocupaciones y de frustraciones.

La presencia entre nosotros de una obra de Le Corbusier tendría sin ninguna duda, frente al estado de la situación, la virtud de iluminar la opinión.

Creo que la importancia catalítica y el poder de hacer germinar las ideas nuevas que tendría una obra del creador de la Villa Radiante son tan grandes que debería estar comprendida no solamente por todos los arquitectos, pero incluso por los más simples ciudadanos.

En cuanto al emplazamiento, la condición que habría planteado Le Corbusier en lo que respecta el sitio, que debería ser paisajistas, debe ser interpretado, en mi opinión, como una exigencia de calidad considerando el destino del edificio y la importancia de su producción arquitectónica y no como una referencia a un entorno pintoresco, cuya consecuencia sería probablemente el alejamiento de los centros de vida diaria, lo que debe ser evitado a toda costa.


Entrevista dirigida por la Sra. Germaine Derbecq


Le Quotidien