GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

11 de Enero de 1961

¿QUÉ REALIDADES ARQUITECTÓNICAS UN EDIFICIO CONCEBIDO POR LE CORBUSIER PARA UN SITIO PAISAJISTAS PODRÍA APORTARLE A BUENOS AIRES? - PARTE II

Por Germaine Derbecq


¿Qué realidades arquitectónicas un edificio concebido por Le Corbusier para un sitio paisajistas podría aportarle a Buenos Aires?


Un edificio importante destinado a recibir las colecciones de arte y ser la sede de un centro cultural y científico


Amancio Williams y Antonio Bonet ya respondieron a esta pregunta que creímos necesario hacerles a arquitectos de renombre, luego del artículo aparecido en estas columnas, “¿Tendremos un edifico de Le Corbusier en Buenos Aires?”. El ingeniero Guido Di Tella le pidió a Le Corbusier unos planos para el edificio destinado al Instituto y Fundación Torcuato Di Tella, organismo creado en memoria del gran industrial. Hoy publicamos las respuestas del arquitecto J. Ferrari Hardoy.

Se publicó en “Le Quotidien” del 16 de noviembre de 1960 un interesante artículo intitulada “¿Tendremos un edifico de Le Corbusier en Buenos Aires?”, sobre las posibilidades de una cierta proposición hecha a Le Corbusier por el ingeniero Di Tella, uno de los primero y más activos protectores del arte de nuestro país, coleccionistas de envergadura y conocedor, quien continua con la importante colección comenzada por su padre.


Respuesta de J. Ferrari Hardoy


La idea es muy tentadora y es cierto que le doy todo mi apoyo. Es evidente que se le harán muchas críticas a esta iniciativa. Se dirá que en Buenos Aires hay arquitectos capaces, se dirá incluso que el panorama restringido de los edificios importantes para edificar hace que, más que de costumbre, sea necesario someter este nuevo edificio a un concurso, en el que sería designado el mejor arquitecto argentino para hacer una obra de semejante envergadura.

Sí, efectivamente, es de esta manera. Pero es necesario igualmente contemplar otras consideraciones. Una obra de Le Corbusier es no solamente una obra bien resuelta, sino una extraordinaria obra de arte, la obra de un genio de la arquitectura mundial, fundador de una “escuela” que tiene el ferviente apoyo de todos los arquitectos del mundo y que fue uno de los grandes iniciadores del movimiento actual del cual nosotros todos nos alimentamos.

Poseer una obra de Le Corbusier en Buenos Aires no es, entonces, solamente poseer una gran obra de arte, esto puede significar mucho más.

Hay que recordar que, en este momento, en el país que construyó más arquitectura moderna con la mayor audacia, en el orden de sus posibilidades, es Brasil, y que el movimiento brasilero parte de una gran obra que un hombre que veía claro comenzó.

Se trata del Sr. Capanema, ministro de Instrucción Pública, que le encargó a Le Corbusier y a un equipo de arquitectos brasileños la construcción de un edificio destinado a su ministerio. Este edificio es una magnífica muestra de capacidad y de éxito. Fue el punto de partida de una aceptación total por las autoridades y por el pueblo brasilero de la arquitectura actual, de la cual resultó un gran estímulo, un enorme impulso para todos los jóvenes arquitectos que arrancan las puertas abiertas para construir edificios de una gran audacia y de iniciativa contemporánea. Es un movimiento que está en su punto culminante hoy con una realización como Brasilia, de extraordinario interés, así como cientos de edificios bien concebidos para todos los temas posibles y que hicieron que Brasil se haya dado un empujón, por el que se posicionó en primera línea entre los países del mundo en cuanto al movimiento arquitectónico de hoy.

En cambio, en nuestro país, hicimos poco o nada. El movimiento que hubiera podido hacer la generación contemporánea comparada a la que tomó la iniciativa en Brasil, fracasó completamente, principalmente por la falta de un clima que las autoridades hubieran podido crear en ese momento para el bien de la arquitectura moderna.

A falta de este apoyo, la arquitectura argentina debió seguir un ritmo puramente comercial, realizando la mayoría de sus edificios públicos de estos últimos años, y especialmente en la capital, en estilo anticuado y con soluciones erróneas, demostrando la incapacidad total de sus promotores para ponerse a la par del movimiento cultural mundial.

Por qué recordar los esfuerzos reiterados que se hicieron para mejorar urbanísticamente las ciudades. Basta recordar que nuestro pobre intendente Pueyrredón, cuando le trajeron los planos y los estudios realizados por argentinos, bajo la dirección de Le Corbusier, solo pudo decir que “no tenía el tiempo de estudiarlos porque tenía el grave problema de una huelga de taxistas que lo preocupaba extraordinariamente”. Y es de esta manera que el croquis y los planos terminaron sobre un escritorio municipal en donde durmieron un largo sueño todo el tiempo de su mandato.

Y luego, durante la intendencia de Siri, el tema principal era construir el proyecto del Bajo Belgrano, que habría podido ser el primer intento de gran envergadura. Esto no fue posible porque Eva Perón temía que su Parque de los Niños apareciera empequeñecido en sus jardines en la sombra de los grandes bloques de viviendas proyectados.

En todo esto, hay por supuesto honorables excepciones, pero no podemos dar por ganado el partido. Hay todavía mucho para hacer, y una obra de la categoría de esta que nos ocupa tendría con toda certeza un efecto extremadamente estimulante.

Conviene acordarse de que en Francia actualmente la Iglesia, que vimos muy a menudo mantenerse en una posición excesivamente conservadora, le confió a Le Corbusier la construcción de la Capilla de Ronchamp y el Monasterio de Sainte Marie de la Tourette, y que en este, y con el pleno apoyo de la Iglesia, pudo inscribir esta frase significativa: “Este edificio es un acto de fe en el arte contemporáneo”.

Y ahora, no solamente es necesario continuar a infundir la fe en nuestros gobernantes, pero también tener ejemplos de verdadera calidad para que, al final, cuando sea necesario realizar y que lleguen a montones las recetas de los imitadores, tengamos delante nuestro, bajo nuestros ojos, la obra de un verdadero creador como Le Corbusier para que inspire y anime la generación de jóvenes que tendrán que realizar nuestra arquitectura.


Entrevista dirigida por la Sra. Germaine Derbecq


Le Quotidien