GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

16 de Marzo de 1954

ARTISTAS DECORARON LA GALERÍA SANTA FE | LA PARTICIPACIÓN ARGENTINA EN LA SEGUNDA BIENAL HISPANOAMERICANA EN LA HABANA

Por Germaine Derbecq


Artistas decoraron la Galería Santa Fe


Hace unos diez años, los mejores artistas de esa época habían sido convocados para decorar las Galerías Pacífico; hoy, son las Galerías Santa Fe que han solicitado a buenos artistas de nuestro tiempo colaborar con su embellecimiento.


No podemos más que elogiar tan buenas intenciones y semejantes hechos, y alentar este tipo de proyectos con la condición de que sean considerados como obras colectivas, en las que arquitectura, pintura, escultura y decoración deban trabajar en concertación, principio que no fue respetado en esas galerías. Cada uno vino a decir su monólogo sin preocuparse en absoluto del vecino. En este tipo de obras en común todos deben aceptar sacrificios: los artistas someterse a la arquitectura que haya, y los arquitectos poner en valor todo lo que debe decorar y no esconder la vista por falta de una mala concepción, como es el caso en estas galerías.

Cuando se entra por la calle Santa Fe, nos encontramos ante un cielorraso de Battle Planas. Si esta composición fue concebida para estar en un techo, es decir con una vista parcial del tema según se entre o se salga, tiene que estar realizada a la manera de un cuadro. Es por cierto el escollo al cual los artistas no han escapado. La composición está centrada en las gamas de los azules profundos cuando alrededor se despliegan arabescos de personajes en tonalidades grises y negras, animadas de pinceladas de tinturas vívidas. Estos personajes, imaginarios, de una poética propia de este pintor, nos transportan a un mundo fantástico. Es una obra de calidad en la que el grafismo tan personal es más importante que el color.

En el techo de la primera galería, se despliega un enorme mural de Raul Soldi: una sucesión de cuadros con el tema del comercio de lujo. Pretexto para escenas graciosas concebidas como un imaginario moderno, ejecutado con todo el brío y el talento que este artista posee. Para unir esta sucesión de pinturas, Soldi imaginó integrarlas en una enorme espiral que recubre totalmente el cielorraso y que concluye en el centro con una suerte de nudo tornasolado y decorativo.

En la segunda galería, muy vasta, la bóveda está decorada por Agüero y Presas. Es evidente que estos artistas se propusieron no cortar la superficie. El conjunto es armonioso, concebido en las gamas atmosféricas, lo que obliga al cielorraso a mantenerse intacto; son celestes, violetas claros y verdes pálidos. Las notas de color más vívidas están ellas también envueltas, el dibujo mismo parece fundirse en el espacio, delimitado según grandes líneas de construcción. Ciertos tramos, naturalezas muertas, objetos, personajes —estos un poco más convencionales— son bienvenidos. Es una obra importante que representa un gran esfuerzo. Podríamos reprocharles a estos artistas el haber tratado esta decoración sobre todo como un cuadro más que como una pintura mural. Por otra parte, es una pena que las tiendas de la galería escondan la perspectiva; los que querrán ver el cielorraso estarán condenados a tener un tortícolis. Esto es una crítica para los arquitectos, que tienen otro estrago en sus activos: haber colocado las vitrinas sobre los mosaicos de Agüero, sin ningún respeto por sus obras.

En otra pequeña galería, un cielorraso de Seoane con una ejecución más decorativa; no obstante, ciertas partes, figuras y naturalezas muertas son verdaderos cuadros que podrían ser cortados y puestos en un lienzo. El dibujo está bien marcado, los colores contrastados, negros profundos, blancos resplandecientes, grises profundos, rojos violentos. El conjunto es alegre, neto, franco, de aspecto moderno. El cielorraso de la entrada de la calle Charcas es del mismo pintor, mientras que la pared lateral está decorada por un gran mosaico de Agüero. Son válidas estas dos obras cuando se las mira por separado, pero cuando se las junta no se complementan.

Falta de unidad y un gran esfuerzo individual podría ser la conclusión. Consideradas aisladamente, las decoraciones de estas galerías son muy apreciadas; cada artista jugó su rol brillantemente, pero esta obra habría tenido más significación si alguno de ellos hubiera tenido un espíritu de equipo.


La participación argentina en la Segunda Bienal Hispanoamericana en La Habana


Ciento catorce pintores y veinte escultores van a participar de la Segunda Bienal Hispanoamericana de La Habana. Algunos son conocidos: Barragán, Badií, Fray Guillermo Butler, Chiavetti, Cornero Latorre, Faggich, Ludmila Fioravanti Forte, Garavaglia, Gerstein, Gramajo Gutierrez, Guido, Jarry, Juarrez, Larranaga, Roberto Rossi, Sanchez y Venier. Esta exposición será tal vez importante por la cantidad de artistas presentados, pero en este tipo de competencias la calidad es más importante que la cantidad.

Establecer una lista de expositores teniendo en cuenta únicamente el sentido de igualdad es muy seductor, pero difícilmente realizable.

No se enviarían a un partido internacional de fútbol a jugadores que no sean de primer nivel. Es sin embargo lo que se pretende hacer para las exposiciones.

Algunos van a decir que no hay comparación alguna ya que si apreciar el valor de un deportista es sencillo, mucho más sutil es determinar el valor de una obra de arte. Sería aquí una de las razones para no probar experiencias fuera del país. Olvidemos ciertos errores y reconozcamos las buenas intenciones. Desde hace un año, se ha hecho un gran esfuerzo para el envío de las obras de arte a las competencias extranjeras, en particular a la Bienal de San Pablo en la que la elección fue bastante homogénea y a la exposición en Chile de mayo y junio de 1953, en la que todas las tendencias estaban representadas por los mejores artistas.

Así pues, si la selección para la Bienal de La Habana no parece satisfactoria, está permitido suponer, luego de las exposiciones de San Pablo y de Chile, que son de todos modos estas las premisas de los tiempos que vienen.


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