LE QUOTIDIEN
4 de Mayo de 1954
EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE MÁSCARAS EN EL ANFITEATRO EVA PERÓN
Por Germaine Derbecq
Exposición universal de máscaras en el anfiteatro Eva Perón
La Municipalidad de Buenos Aires acaba de organizar una Exposición Universal de Máscaras en un semicírculo del anfiteatro Eva Perón. Esta exposición, organizada siguiendo los métodos más modernos, atrapa el interés del público, desde el punto de vista tanto artístico como didáctico.
Cuando fui a visitar la muestra, no podía dejar de pensar en esa reflexión que le hizo un célebre artista a un joven escultor que se había detenido frente a una máscara arqueológica del norte argentino: “Es un fetiche”.
Sin dudas, muchos pensarán como el célebre artista. En los medios artísticos y en otros, hay aún personas que se obstinan en no reconocer el valor de los recursos plásticos que los artistas modernos han sabido descubrir en sus obras.
Sin embargo, sabemos que las máscaras existieron en todos los tiempos, como lo demuestran los dibujos en las cavernas. Las encontramos una y otra vez en todos los pueblos que las utilizan para las prácticas de magia, brujería, exorcismos, para los ritos de caza, de fertilidad, las ceremonias de culto a los muertos, como representación de los dioses. Han hecho uso también los guerreros, a menudo bajo la forma de tatuajes, para el teatro, las usaban los payasos, las marionetas, etcétera. En nuestra época “civilizada”, no persiste ningún uso más allá del carnaval, últimos vestigios de los Saturnales.
Era extremadamente difícil reunir semejante documentación. A pesar de sus buenas intenciones, la exposición municipal no presenta más que un pantallazo universal. Por ejemplo, de las costas del Mediterráneo solo encontramos algunas máscaras provenientes de los sarcófagos egipcios, una romana y una de Pompeya. En cuanto al folklore europeo, no está más que representado por Alemania. De África, este continente tan rico en escultura, no hay otras que las máscaras Dan, Yoruba y Abisinia*. De todas maneras, estas copias, o reminiscencias, todavía impresas de tradiciones no están totalmente desprovistas de interés.
En cuanto a Asia, el continente amarillo, no nos sorprende mucho más con sus máscaras tradicionales que gesticulan. Más intensas son las del teatro japonés, de una delicadeza en sus estampas, pero carente de expresión, como es debido. ¿No es la impasividad, opuesta al juego del actor, que genera un efecto alucinante y misterioso?
De Melanesia, tan rica en obras que no tienen tal vez la firmeza plástica de las obras del continente negro, pero que poseen una exuberancia decorativa que enriquece la impactante policromía, no hay más que algunas piezas de museo de la ciudad de Eva Perón. Más importante es la documentación de América del Norte. Ya sea que se trate de las Islas Aleutianas, los Iroqueses o los Esquimales, cada objeto era un símbolo.
De México, algunas máscaras arqueológicas, de un clasicismo que hacía recordar al egipcio, lo que les da la razón a esas teorías según las cuales lo Mayas habrían civilizado el país de los faraones.
En las obras de Perú, podemos notar tres influencias: la indígena, con sus demonios y espíritus, la española, inspirada en la temática bíblica y en la mitología greco-romana, aunque también en el numeroso folklore popular, y en la figura de la negra, la más plástica, curiosamente aparentada a ciertas pinturas de Picasso. De Bolivia, los diablos de intrincada formas, recargados, una exuberancia de detalles destinados a provocar horror, con un colorido inspirado en los reptiles y batracios, que se agregan al efecto de repulsión.
Las más bellas esculturas de esta exposición se encuentran reunidas en una vitrina que concentra documentación del norte de los Andes. Dos son de arcilla barnizada proveniente del Amazonas peruano y la otra, una piedra dura de Colombia. Al lado de estas perfecciones, máscaras formadas con un trozo de cuero que nos recuerda que lo más primitivo puede ser expresivo.
En cuanto a las máscaras arqueológicas de Argentina, son simples, de una pureza arcaica. Su fuerza expresiva se debe únicamente por la disposición y en la relación exacta de los agujeros que sugieren los ojos, la nariz y la boca. Nadie duda de que el suelo del noroeste argentino oculta una gran cantidad de estas esculturas. Tal vez organizaremos un día búsquedas metódicas que nos reservarán sorpresas.
Finalmente, las folklóricas Chanés, creadas con el nombre de Añas o espíritus, que participan de las fiestas de la cosecha de maíz, son de dos tipos: las altas Añas, sobre todo decorativas, y las Añas Ndechis, verdaderos retratos realistas de los pobladores. Estas piezas de madera, groseramente talladas, en las que la observación de la naturaleza está traducida de manera tan rudimentaria que llega a ser grotesca, son sin embargo esculturas. Si en nuestra época el arte del retrato ha degenerado, es tal vez porque los artistas descuidan lo que estos sencillos artesanos saben demostrar tan bien: el carácter.
No omitamos señalar las máscaras que yo llamaría del folklore trágico. Hecho con viejas latas de conserva, platos descartables, añosos sombreros de paja recubiertos de papel de colores, trapos, pelos de todo lo que se pueda encontrar en una sórdida basura. Estas tristes esfinges expresan todas las tragedias y las miserias humanas. Es raro que se muestren tales piezas, que tienen sin embargo un raro valor emotivo.
Las obras de esta exposición no son todas de una gran calidad, sin embargo, ninguna es indiferente. Casi todas poseen lo que falta en muchas de las que se encuentran en nuestros salones y nuestras galerías: emoción, franqueza, sabor. Deseemos que este tipo de exposiciones se renueven más seguido. Son indispensables, refrescan la mente, despiertan talentos. Ninguna fotografía, por más bella que sea, puede reemplazar los documentos, sobre todo las esculturas. Es por lo que esperamos que el intendente de la capital se decidirá un día a la creación de un museo de arte comparado, que una ciudad como Buenos Aires tiene que poseer. Es una iniciativa que merecería estar incluida entre los proyectos culturales del 2do Plan Quinquenal.
Erratum
En el artículo de Germaine Derbecq, aparecido en nuestro número del 4 de marzo sobre la Exposición Universal de Máscaras, hay que decir en el cuarto párrafo/línea:
“De África, de este continente tan rico en esculturas con formas precisas y vigorosas, no se reunieron más que máscaras Dan, Yourba y Abisinia. Aunque se ven comerciales, fabricadas en serie; a pesar de eso no están completamente desprovistas de interés, siendo copias o reminiscencias, tienen impresas todavía las buenas tradiciones."