LE QUOTIDIEN
8 de Junio de 1954
LAS EXPOSICIONES: ARTISTAS FIGURATIVOS MODERNOS | LAURENS | EMORI, SANCHEZ, AGÜERO y PRESAS EN KRAYD | DÁVILA EN VIAU
Por Germaine Derbecq
Las exposiciones
Galería Ducreux: artistas figurativos modernos
Desde esta semana, Buenos Aires posee una nueva galería en la zona de Santa Fe y Callao —lo que seguramente va a marcar el principio de un desplazamiento hacia el norte de la actividad artística de la ciudad. Una atmósfera poco habitual, donde abunda el lujo salido de la intimidad, y reina sin dudas a causa de las antigüedades que ornan los vastos salones.
Para la primera exposición, se reunieron, como dicta el buen uso, un conjunto de obras artística de tendencia figurativas modernas elegidas entre las más representativos.
Hay solamente dos escultores: Badií y Noemie Gernstein. Badií envió un gran desnudo de piedra, con una cadencia firme y estilización elegante, y un busto: La costurera, simplificado, partiendo de una idea plástica, que es lo que le otorga solidez. En general, estas simplificaciones son arbitrarias y las obras vacías y decorativas.
De Noémie Gernstein encontramos con placer estas encantadoras arcillas con formas claras, en las que los vacíos sugieren los volúmenes y encierran el espacio. Y El ciclista, con sus líneas voluntarias, sus deformaciones hábiles, tal vez demasiado cargado con detalles en detrimento del conjunto.[1] De esta artista, varias obras merecerían ser nombradas. Un rostro, un busto de una época anterior, nos permiten encontrar la fina sensibilidad de esta artista.
Luego son los pintores Battle Planas, más preocupado por la “interioridad” que por lo plástico; Julio y Luis Barragán, que buscan un lenguaje claro y fácilmente legible; Cogorno, Forte, cuyos colores transparentes de la acuarela se esfuerzan por sugerir las profundidades; las composiciones de Garavaglia, sobrias y severas con una cierta tendencia hacia el expresionismo; Moraña, Novoa, Onetto, Torrallardona, Agüero, Ideal Sánchez, Svanascini, y los brillantes trabajos de Presas y de Venier.
Todos estos artistas persiguen sus búsquedas con inteligencia y talento. La mayoría afronta los problemas que tienen que resolver y no buscan esquivarlos. Y si algunos no encontraron aún la manera de salir de este impase, no quiere decir que se encuentren resignados a quedarse.
Galería de Independientes: Abel Laurens
Si habíamos creído de Laurens se había cómodamente instalado en una fórmula que se volvía a veces peligrosa, la nueva dirección de sus pinturas de 1954 nos lo desmiente.
Quitando lo que corría el riesgo de encerrarlo, aportó a sus nuevos cuadros respiración y atmósfera pictórica.
Galería Krayd: Emori, Ideal Sánchez, Agüero, Presas
El prefacio del catálogo de la exposición de Emori nos aclara los objetivos que persigue. “Inscribir plásticamente las intensidades de la mente convertidos en ritmos”. En este proceso, el cómo es fundamental. Este “cómo” es un despliegue, a menudo muy agradable, de líneas ornamentales que pertenecerían más a la escritura automática que a una plástica razonada. ¿No hay acaso en toda esta obra de arte una gran parte de automatismo?
En cuanto a Ideal Sánchez, no se conforma con los “más o menos”. Su dibujo se deforma con autoridad e inventiva, como ese desnudo particularmente logrado. Nadie duda de que trabajando con esta lógica llegue a lograr esa unidad.
Agüero vacila entre dos expresiones. Las búsquedas en lo que respecta la luz son las más logradas.
Con respecto a Presas, sus dones y conocimientos atienden sobre todo a una virtuosidad.
Galería Viau: Miguel Dávila
Este pintor es muy talentoso. Si fue alumno de Spilimbergo, no supo más que tomar los conocimientos de las enseñanzas de su maestro. Con un desborde de juventud, acumula las sensaciones de los colores que organiza a menudo con autoridad, pero sin discernir aún lo que hay que sacrificar.
Galería Van Riel, Sala v: Pedro de Simone
Este artista se aferra, ante todo, a elegir en la naturaleza los elementos que integra luego en sus composiciones, considerando, instintivamente o a propósito, mantener el plan y guardar la unidad.
En el grafismo de los rostros, comprende con minucia las mínimas variaciones de ciertas sombras y delimita la luz para encontrar sin dudas alguna tercera dimensión.
Pinturas y dibujos son delicados y sensibles rozando, no obstante, muy a menudo la decadencia.