LE QUOTIDIEN
29 de Junio de 1954
LAS EXPOSICIONES: VICTORICA EN BOBINA | SOLDI EN LA SOCIEDAD HEBRAICA | LEZAMA EN GALATEA
Por Germaine Derbecq
Las exposiciones
Victorica en la Galería Bonino
Victorica es considerado como uno de los mejores pintores argentinos de final del siglo pasado. Esta generación de artistas que hizo sus primeros pasos cuando el impresionismo comenzaba a imponerse estuvo fuertemente marcado por este movimiento, y no por un verdadero entendimiento de las infinitas posibilidades indicadas por los pintores originales sino sobre todo por una “actitud impresionista”.
Al mismo tiempo, estas generaciones se iniciaban en el conocimiento de su arte en las escuelas de Bellas Artes. Resultó ser una suerte de impresionismo-naturalismo-academicismo que no aportó nada nuevo, a los sumo expresiones sensibles en las que había muy a menudo más sensualidad y literatura que plástica.
El cuadro de Victorica, intitulado El collar de Venecia, que es de 1914, a pesar de sus características evidentes, podría estar clasificado en esta tendencia.
Otro cuadro importante, Jugando a la canasta, de 1954, es muy superior. Posee más calidades pictóricas, más franqueza en la concepción y en la ejecución, y una tonalidad general sumamente refinada. Domina una rosa de tonos apagados alrededor de la cual los valores de colores se armonizan. Los negros, tan difíciles en integrar, son hermosos. Para el fondo, se esfuerza a lo sumo para sostener los primeros planos.
En cuanto a los paisajes, estos son poco expresivos. Para un pintor como Victorica, que pinta en la naturaleza, que no se preocupa por la composición, sino en el “arreglo”, debería darle una gran importancia a la elección del motivo. Ya que si este no posee un mínimo de situaciones plásticas las obras no van a despertarse jamás.
Es por esta razón que el paisaje de Salta es mucho más satisfactorio, el motivo posee ya una suma de contrastes de colores y de formas. Cézanne, que sabía “arquitecturar” sus cuadros, pasaba largas horas preparando sus naturalezas muertas, componiendo ya el tema.
En esta exposición, no todas las obras tienen el mismo valor. Manifiestan la inquietud de un artista que no está instalado en éxitos que habría podido repetir hasta el cansancio. Es una prueba de su honestidad.
Battle Planas, en el prefacio de su catálogo, detalla elocuentemente las calidades de intimidad, de vida, de todo lo que literariamente podemos decir sobre una obra como la suya. Sin embargo, una pintura debe ser juzgada ante todo como una pintura, y sabemos bien que cuando cumple todas las condiciones plásticas, posee por añadidura el misterio y la belleza trascendente.
Trabajos preparatorios de Soldi para las pinturas murales en la sala de exposición de la Sociedad Hebraica
El escultor Falcini, que preside los destinatarios de la sala de exposición de la Sociedad Hebraica, tuvo la excelente idea de organizar dos muestras sucesivas, que varían un poco de lo habitual. La semana pasada eran tres pinturas de Castagnino acompañadas de dibujos preparatorios, y hoy son maquetas y dibujos de Soldi para el cielorraso de la Galería Santa Fe y para las decoraciones de la iglesia de Glew.
Estás son verdaderas exposiciones útiles ya que permiten comprender mejor las obras definitivas y la calidad de la investigación.
Si durante mucho tiempo se pensó que era mejor esconder los trabajos en el atelier, hemos cambiado bastante al respecto de este punto de vista desde que célebres pintores no han temido mostrar las etapas sucesivas de sus cuadros. Esto reveló ser de un gran interés.
Dos de los dibujos de Soldi para las pinturas murales de la iglesia de Glew son tamaño natural. Lo que llama la atención en ellos es la evidente influencia del “quattrocento”, que se puede notar en el agrupamiento de las figuras, en las alusiones a las profundidades a través de líneas arquitecturales, en los detalles, los trajes o los objetos, así como en el dibujo que si bien no es académico queda en la tradición por las proporciones y en el grafismo decorativo, voluntariamente muy libre, como si quisiera escaparse de las reminiscencias muy precisas.
De acuerdo a los bosquejos, podemos además encontrar esta influencia en los colores, en la distribución de los tonos sucesivos que se exaltan, se neutralizan o se rechazan, con una superposición de tonalidades y de toques de valores claros y oscuros.
En cuanto al cielorraso de la Galería Santa Fe, ya escribí en su momento. La idea de haber integrado una seguidilla de cuadros dentro de un espiral, es satisfactoria para el pintor, pero no es visto igual por el arquitecto. Para seguir con la idea hasta el final, habría sido lógico adoptar, para todos los cuadros colocados en el espiral, una inclinación general en los colores que habrían acusado el efecto geométrico y habría otorgado al conjunto mucho mejor uniformidad.
Soldi posee dones innumerables y practica su arte con el amor de los verdaderos artesanos, pero no pudo todavía despegarse de una fuerte influencia del pasado. No obstante, la única actitud posible ante las obras de los antiguos maestros es la comprensión de su estructura, de su esencia. Deberíamos tener siempre presente en la mente que si copiamos hacemos una parodia, si nos conformamos con inspirarnos hacemos una obra decorativa, pero si penetramos en las razones profundas hacemos creación.
Monocopias de Lezama en Galatea
Estas monocopias dan cuenta de buenos conocimientos técnicos y de un gusto delicado. Tienen encanto y no descuidan nada para ser atractivas. Sería este, tal vez, un recibimiento para este pintor. Se diría que no está absolutamente seguro de la eficiencia de los recursos pictóricos que emplea y, para tranquilizarse, tendría tendencia a querer hacer más de lo que es necesario, aunque lo haga con mesura y delicadeza.
Para un joven artista como Lezama, que se lanza en la aventura de la abstracción con sinceridad, debe resignarse a una indiferencia total. Es solamente en ese momento cuando el arte, y particularmente el arte abstracto, puede tener todo su significado.