GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

31 de Agosto de 1954

GEORGES BRAQUE

Por Germaine Derbecq


La obra gráfica de Georges Braque en la Galería Jaques Helft


La simplicidad de los recursos que dispone un dibujante es aterradora. Esta abstracción, esta transmutación que representa un dibujo, en el que el color iguala la luminosidad, en el que la forma se hace signo, en el que el espacio es relación, equilibrio entre los diferentes elementos. Requiere de los artistas no solamente un instinto muy seguro, sino múltiples conocimientos, asimilados, recreados sintéticamente. Todo debe ser dicho con casi nada, es esta la marca más auténtica de arte. Pero qué pocos lo logran.


Braque, el más pintor de todos los pintores de su generación, dibujó mucho, grabó mucho, a todo lo largo de cincuenta años de producción casi ininterrumpida, durante la cual logró muy a menudo llegar a la cima del arte gráfico.

Sus entusiasmos dibujados, grabados, se sucedieron sin lógica aparente, desde las invenciones más audaces hasta las más sensibles, las más emotivas, dotadas de un encanto natural, de una delicadeza penetrante y de una verdadera poesía.

Para Braque, “la realidad es ver las cosas sin que un concepto intervenga, a fin de llegar a una cosa fatal, porque lo fatal—dice él— es lo que hace fracasar las ideas”.

La moda es defenderse de las ideas. Si son ideas preconcebidas, es evidentemente detestable. Pero cuando Braque y Picasso consideraban el cuadro en dos dimensiones y sobre esta superficie rechazaron el volumen, esta idea y sus consecuencias los condujeron, a ciegas, a concebir una nueva estética que se llamó Cubismo.

Lo fatal “llegó” gracias al desarrollo de la idea.

La mayoría de las obras de esta exposición datan de 1945 a 1953. Son sutiles evaluaciones de relaciones de una enorme riqueza expresiva. De allí toda la intelectualidad y toda la ciencia parecen excluidas, pero un ojo avezado puede sin embargo muy bien descubrir.

Aceptemos con humildad lo que nos propone un gran artista, tratemos se seguirlo y de comprenderlo. Que nos esté sin embargo permitido mantener una predilección por las obras de 1910, las de la época del Cubismo analítico, momento embriagador como fue la liberación definitiva del volumen, transformándose, aplastándose, haciéndose superficie, fraccionándose en múltiples planos superpuestos. Mientras tanto, los valores se agregaban siguiendo los contrastes simultáneos, de los cuales los dibujos de Seurat, aunque en ese momento doblegado a los contornos y a los volúmenes, habían demostrado ser eficientes.

La consecuencia más importante de esta alquimia plástica fue la desaparición casi total del tema. El ingenio de Braque y de Picasso fue no detenerse ante este “accidente”, aceptarlo con la simplicidad de los niños y la fe de los creyentes, persiguiendo integralmente el objetivo plástico. Fueron recompensados. Esta época fue la de muy bellas obras, despojadas y ricas, impersonales y universales. De este período, la exposición presenta solo cuatro grabados y no ilustra ninguna de las búsquedas del Cubismo llamado ‘sintético’, lo que es una verdadera pena.

En cuanto al período de 1945 a 1953, fue uno de expresiones muy diversas, como salida a las inquietudes o a certezas diferentes y simultáneas, yendo a menudo de un lugar a otro. Son los grafismos frondosos de Helios, especies de grafiti sabios y helenizantes. Mientras que las siluetas de cabezas evocan a Grecia, sin realmente comprender ninguna identidad formal, con el contorno completamente deformado a fin de expresar lo modelado y sus perfiles: una verdadera síntesis plástica. Motivos de flores, como de 1830. Un ramo en la luz, resplandeciente y decorativo. Litografías en negro y blanco, en las que un grafismo sutil de frutas y caracolas es únicamente un pretexto para darle valor a la banda de los blancos luminosos. Luego, es la tetera negra, homenaje a Bonard, acuerdo de relaciones, de formas, colores, valores. Sigue el Perfil de mujer, y la Palette de volúmenes sugeridos. Este dibujo sirvió de modelo para el afiche de la exposición, que aportó el mensaje plástico y emotivo muy particular a Buenos Aires.

Son finalmente los libros: los cuadernos, Milarepa, Una Aventura Metódica de Reverdy, con sus numerosas litografías en colores. Delante de ellas, es imposible no recordar esa sentencia del maestro: “El hombre debe marchar derecho al igual que lo hace el agua que corre, tengo horror de las actitudes”.

Por miedo a las actitudes, por temerle a las ideas, parecería que Braque no va a aceptar más que la emoción. Desde luego que su emoción la que define como “no siendo exterior, que no debe agregarse ni imitarse, pero ser germen, obra, eclosión”.

Para las nuevas generaciones de plásticos, la significación de la obra de Braque se situará en las expresiones más inventadas, las que tuvieron una repercusión profunda sobre toda la plástica moderna y en todos los países, las que representan el pasaje de una línea muy importante entre la verdad objetiva y la verdad espiritual, las que afirman verdades en acuerdo a las de nuestra época, las que fueron generadoras de infinitas posibilidades.

Las selecciones para tales exposiciones deben regirse según la frase siguiente: “La medida, el equilibrio, la gracia, que caracterizan las obras del genio francés”. Conscientemente o no, la obsesión de esta fórmula debe incitar a elegir obras que creemos cercanas a esta ideal, cuando muchas veces son más en su aspecto que en su contenido.

Es lo que sin dudas hizo comprender tantos errores de apreciación plástica en los cien últimos años, y que en la época de Corot, por no citar más que este ejemplo, se preferían paisajes evanescentes antes que sus admirables Figuras, auténticas obras maestras que tuvieron que sobrellevar una larga cuarentena antes de ser reconocidas como perfectos testimonios del genio francés.

stas confusiones se explican con facilidad ya que es en el más intransigente rigor plástico que reside el significado universal permanente y eterno de la obra de arte; expresiones menos radiantes pueden ser preferidas en sus tiempos por consideraciones sentimentales sensoriales o personales, pero la relación del hombre y del universo no puede ser percibida más que por la mente.

Algunos escribirán como en las escrituras: “No puedo tener este fuego ardiente por temor a morir”.

Y, para terminar, agradezcamos a Jacques Helft por haber presentado esta importante exposición de uno de los más auténticos artistas de nuestros tiempos.


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