GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

26 de Octubre de 1954

LAS EXPOSICIONES: 44TO. SALÓN NACIONAL DE ARTES PLÁSTICAS | BASALDÚA EN BONINO | BUTLER EN VAN RIEL | OCAMPO EN KRAYD

Por Germaine Derbecq


Las exposiciones


El 44to. Salón Nacional de Artes Plásticas


Sabemos bien que en todos los países del mundo los salones oficiales no ofrecen un panorama completo de todas las tendencias plásticas, sino una elección de obras que reflejan lo que enseñan en sus escuelas oficiales.

Este 44° Salón Nacional no tiene otras pretensiones, es bastante honorable, muy sensible a sí mismo y mejor presentado que de costumbre.

Los premios que el año pasado habían otorgado con vistas plásticas más extendidas han reingresado al camino recto. Este estimula el respeto de la tradición académica, el conformismo en detrimento de la búsqueda, la facilidad más que el esfuerzo, el oficio suplantando el pensamiento.

El Gran Premio del Presidente de la Nación fue otorgado a Sassone, el Gran Premio de honor de la Educación a Juan Grillo, el 1er Premio a Daulte, el 2.do Premio a Sepuccio Tidone y el 3.er Premio a Miguel Budini.

Con el Premio del Ministerio de Asuntos Exteriores entregada a Victor Garrone hay un intento de alentar la invención plástica.

Algunas otras esculturas merecen que nos detengamos: La danza macabra, de Badií, una búsqueda de planos contribuyendo a un dinamismo, El torso de Macchi, cuyas intenciones constructivas son interesantes, Ritmo y forma de Marcel Pinisi, que tiene el sentido de los volúmenes en la luz, El desnudo de Alonso uniendo hábilmente los volúmenes y planos, y una figura de León Tavelle que se planteó un problema muy simple de iluminación.

En cuanto a la pintura, es menos académica, y navega entre múltiples tendencias. Expresiones muy personales para la mayoría, las preocupaciones primordiales apuntando al buen oficio.

Es sin dudas para esta indisciplina que el Gran Premio de la Nación no ha sido adjudicado para nadie. El cuadro de Berni, por sus dimensiones, sus calidades pictóricas y el prestigio de su nombre habrían podido recibirlo, pero la obra estaba clasificada como pintura realista socialista, y era difícil de entregárselo. Por mi parte, le había otorgado este premio a Mazzone. Su pintura La visita era muy digna. Bien pintada según la mejor tradición de la Escuela, con un realismo muy personal y con una suficiente independencia.

Luego, el Gran Premio de Honor de la Educación a Gramajo Gutierrez, por una agradable imaginería folklórica. El 1.er Premio a Mario Darío Grandi por un pastel animado con las mejores intenciones, el 2.do Premio a Goliardo Amicarelli, cuyo sabio oficio y los materiales utilizados creen servir a la pintura moderna. El 3.er Premio a Armando Sica, quien en su composición ordena bien la distribución de figuras, pero no tiene presente lo que cada elemento debe sacrificar con su vecino para realizar la unidad.

Ninguno de los pintores que practican nuevas investigaciones plásticas, y con una reputación asentada, ha obtenido recompensa. Sin embargo, el cuadro de Pierri habría merecido recibir un premio; la luz está bien distribuida. Y la gran pintura de Bruno Venier, que debe encontrarse bastante sorprendida de encontrarse aquí. A decir verdad, no se preocupa, muy segura de ella misma, despliega todos los recursos de una inspiración infinita que aparece bajo un nuevo aspecto.

Las tres gracias, de Garavaglia, se esfuerzan para equilibrar los planos de colores e integrar las figuras en el fondo.

En el lienzo de Forte, la parte coloreada es oportuna, pero la altura del cuadro dispersa la atención.

Podemos también citar a Duhalde, Gavensky, Gorostiaga, Gray, Krasno, Miraglia, Moreno, Rossi, Sturla, Vango, Viola y Tery, un encantador pintor de domingo.

Este año, el invitado de honor es Ernesto Soto Avendaño. Profesor de dibujo y modelaje de la Escuela de Bellas Artes, recibe la mayoría de los grandes premios.

Sus esculturas tienen un realismo académico. Algunas estatuillas son más sensible y más humanas, y presentan más intención constructiva, pero son en general “estudios”. Es que el experto trabajo de este artista domina a menudo la sensibilidad.


Basaldúa en Bonino – Butler en la Sala v en Van Riel


Basaldúa y Butler representan un paso importante en la historia del arte argentino. Hace aproximadamente veinte años, estos artistas participaron valientemente, con algunos otros, a hacer estallar los estrechos cuadros en los que estaba encerrada la pintura.

Frente al academicismo camuflado de algunas falsas recetas impresionistas, al naturalismo y al realismo estrecho,[1] aportaron sus certezas plásticas y sus conocimientos técnicos, ofreciendo aún un naturismo, pero un naturismo idealista, fórmula que era por entonces un honor en París y cuyo perfecto representante era Dorrain.

Si optaron por esta tendencia, no es porque consideraban el Cubismo —que tenía alrededor de quince años de vida en ese entonces y numerosas obras maestras en su haber— como un intento sin valor, sino porque esta actitud pictórica no estaba en concordancia con su sensibilidad.

No obstante, todo prueba hoy que no se habían equivocado sobre ellos mismo, ya que persistieron en la tendencia que habían elegido en su juventud.

Estos dos artistas han guardado de la tradición la mayoría de las reglas incorporando algunos hallazgos modernos, como puede ser el dibujo liberado por la luz, la perspectiva remplazada por equivalentes de valores y colores, la composición ordenando y transformando las informaciones de la naturaleza sobre el plan pictórico.

Estas pinturas no buscan las innovaciones, no reconsideran los problemas plásticos de base en función del espíritu de descubrimiento impresionista, fauvistas y cubistas, pero se preocupan sobre todo de renovar la técnica del arte de pintar.

s un arte que podríamos clasificar como humanista, que se bautizó como ecléctico hace una veintena de años, que produjo obras de valor muy apreciadas en general ya que no esquivaban completamente las costumbres de los museos.

Las obras de la exposición de Basaldúa son la prueba de sus dones y de sus conocimientos. Juega con los temas más diversos y lo logra siempre muy bien. Estamos lo suficientemente encantados sin sentirnos demasiado sacudidos; ciertas composiciones son reminiscencias hábilmente ajustadas a los gustos de nuestra época.

En cuanto a Butler, percibimos en algunas de sus pinturas sus inquietudes que se traducen por ritmos y fondos lisos todavía tímidamente formulados, pero que permiten preguntarse si tendrá el deseo de especificarlos. Cualquiera que sea el camino en el que se comprometerá, Butler es un artista a quien podemos hacer confianza.


Ocampo en Krayd


Ocampo es uno de los pintores del grupo concreto “Nueva visión”.

Tiene una personalidad bien definida. Lo que afirmará la creencia general de que no hay individualidades en las pinturas concretas. En Ocampo, notamos en seguida que, a pesar de las renuncias más absolutas, las especulaciones más atentas y más precisas, es muy pintor y muy aristocráticamente artista. Lo que no es en absoluto incompatible con esta tendencia, aunque sea aquí todavía una creencia muy anclada.

Ocampo es un pintor en las relaciones coloreadas más inesperadas y más delectables, y en la cuantía de las tonalidades-formas-dimensiones.

Además de artista en el mejor sentido del término, el que percibe los intercambios poéticos más refinados en los elementos plásticos más simples y los acuerdos más ingeniosos.

Sus pinturas no son en absolutos frías ni cerebrales, irradian la más cálida humanidad espiritual que es el resultado —y lo fue en todas las épocas— del buen equilibrio de los valores plásticos y de sus justas relaciones.


[1] La autora agrega a mano lo siguiente: a un impresionismo incomprendido


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