GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

21 de Diciembre de 1954

EL ARTE FRANCÉS DE HOY EN EL CENTRO CULTURAL DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS

Por Germaine Derbecq


El arte francés de hoy en el Centro Cultural de la Ciudad Universitaria de Caracas


Varias ciudades sudamericanas pueden estar orgullosas de haber tenido la audacia de pedirles monumentos y obras de artes a artistas franceses, que no eran académicos.


Así, ahora, podemos admirar en Buenos Aires el Monumento a Sarmiento, de Rodin, el Monumento del General Alvear, de Bourdelle, El Heracles y el Centauro, que orna los jardines, y otras obras en el Museo Nacional.

En Río de Janeiro, las esculturas de Lipchitz están puestas en valor con el mayor relieve posible que se puede dar a una obra tan admirada.

Y hoy, en Caracas, en una muy moderna Ciudad Universitaria, edificada por el arquitecto venezolano Carlos Villanueva, se pueden admirar obras de Fernand Leger y de Henri Laurens, artistas encerrados en el Cubismo, a los cuales es imposible elogiar más; de Arp, uno de los primeros dadaístas de Zúrich, sorprendente creador de volúmenes; de Peusner, iniciador del Constructivismo, animador de verdaderas esculturas, organismos dinámicos y metafísicos; de los abstractos Bloc, Vasarely y del escultor Lobo, nuevos talentos que se afirman cada día con más autoridad.

Para que la colaboración sea eficiente, instrucciones muy precisas habían sido transmitidas a los artistas, indicándoles lo que cada obra debía aportarle al conjunto: que la policromía o las formas esculpidas sean espaciales, o afirmen las estructuras, abran o encierren los espacios. Que aporten una complejidad, preparen o definan ambientes.

El sentido y la importancia de esta realización no se le escapará a nadie: una Ciudad Universitaria que fue concebida como una síntesis de las artes visuales, una suma de conocimientos y experiencias plásticas más actuales.

No es difícil vaticinarles a los jóvenes que vivirán allí que podrán más fácilmente que otros abstraerse de las obligaciones, de las rutinas, del sentimentalismo del pasado, y ganar de esta manera los años que hay que perder para deshacerse no de la pátina pero de las malas jugadas del tiempo. Cuántos pueblos han perdido todo el poder creador, dominado por el glorioso pasado.

Sabemos que solo los que continuaron la carrera, la mirada dirigida hacia el futuro, pudieron preservar su fuerza creadora. Y, sin embargo, son muchos los países que parecen no comprenderlo.

La obra francesa más sorprendente de Caracas es el mural espacio-dinámico de Vasarelli, que está emplazado como elemento de ruptura en el hall de entrada del auditorio. Formado por placas de aluminio dispuestas verticalmente, dejando pasar el día, inclinadas de diferentes maneras cuando forman una composición. Ofrece esta particularidad, la de las formas que se animan y cambian según los desplazamientos del espectador.

Del mismo artista hay un gran panel, Homenaje a Malevitch, que mira al mismo tiempo hacia el interior y el exterior de una plaza. Los dos lados son de cerámica, en los tonos amarillos del cromo, ocres del oro, marrones del otoño, y negro. En un extremo, se encuentra reservada una abertura cuadrada por la cual un plano, cuando gira, varía las combinaciones de los colores. ¿Con estos paneles de intervención dinámico-espacial se encaminaba Vasarelli hacia nuevas concepciones?

De él también, otro mural exterior, en cerámica negra y blanca, parece acompañar muy bien la escultura de Peusner, precisa, dinámica, que despliega planos y volúmenes armoniosos en el espacio.

De Fernand Leger, un importantísimo vitral, con un grafismo inesperado y un mural de mosaicos con grandes motivos simples y poderosos que se desprenden de un fondo claro. Las curvas de esta decoración concuerdan con los volúmenes del Anfión, de Laurens, una escultura de cuatro metros de altura, y de un lirismo emocionante.

Luego, el gran mosaico de André Bloc, con un recorte de formas geométricas simples y una policromía franca, que aporta sin ninguna duda un elemento complejo muy eficaz en el hall, abriéndose sobre el patio de honor.

La escultura monumental de Arp, Pastor de nubes, parece conectar el cielo y la tierra, sus bellos volúmenes contrastan felizmente con los planos que la rodean. Lo mismo pasa con la de Lobo, que introduce una variedad de elementos plenos y dinámicos.

Ante una realización de tal amplitud, es difícil hacerse una opinión precisa sobre la base de documentos fotográficos.

Sin embargo, es innegable que esta experiencia de síntesis de las artes plásticas, de colaboración internacional, es un éxito y un buen ejemplo para meditar y para seguir.

Estas realizaciones de un poco por todos lados podrían no ser únicamente el preludio, sino el signo de nuevos tiempos, los de las empresas audaces, actuales, colectivas, los de una comprensión más auténtica y más profunda entre los pueblos para las artes, y para las artes plásticas en particular, en las cuales el lenguaje es universal.


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