GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

7 de Diciembre de 1955

PRIMER SALON DE ART NOUVEAU EN VAN RIEL

Por Germaine Derbecq


Primer Salón de Art Nouveau en Van Riel


Los organizadores de este nuevo Salón son sin dudas demasiado jóvenes para acordarse que la denominación “art nouveau” definió un estilo que fue ciertamente efímero, estilo de 1900, el de las rejas del Metro, de las mujeres ensortijadas, el estilo “fideo”, o “vermicelli” de los humoristas.


El art Nouveau de los artistas del Salón está lejos de estas evanescencias. Es el de después de 1930, proveniente de las búsquedas cubistas, neo plásticas, abstractas y concretas que han tomado un impulso imprevisible después de la Segunda Guerra Mundial.

Si bien ya no es relevante preguntarse aquí las causas de este desencadenante pictórico que sumergió el mundo, podemos de todas maneras encontrar una justificación en una manifestación de ideas que es muy clara, que indicaban hace ya más de treinta años dos artistas proféticos: Kandinsky y Mondrian.

Este nuevo Salón está bien presentado. Es un gran esfuerzo para realizar un grupo coherente. Lamentablemente, en la sección de pintura, hay a menudo un espíritu poco exigente para sí mismo, contentándose en el aspecto más que en las búsquedas en profundidad. Ciertamente, es un escollo que acecha a todo arte nuevo, pero una asociación como la de este Salón debería cuidar por encima de todo la calidad, y no solamente la de las obras —lo que es difícil, los mejores artistas cometen errores—, sino de las intenciones.

La escultura no está incluida en esta crítica, la fotografía y la arquitectura tampoco. Estos son más simbólicos que efectivos.

En la sección de escultura, Althabe envió dos interesantes construcciones de hilos entrecruzados que forman planos de los cuales una parece indicar un deseo de síntesis más sutil. Las de Blaszco son monumentales, principalmente las oposiciones de ritmos unidos por un plano sinusoidal que genera la unidad. Gernstein hace un esfuerzo para ir hacia adelante, abandonando la estilización por formas más tortuosas. Tiene un sentido de la escultura, pero no encuentra todavía el perfil. Paparelli posee un buen oficio que le permite expresar volúmenes definidos encajando bien, no obstante, es más simplificación que abstracción. Sinclair está tironeado entre el don circular y la arquitectura, lo que conlleva a una confusión. Souza se encuentra en el período de experiencias personales sobre una idea colectiva que realiza muy bien. Stimm tiene buenas intenciones, pero el resultado es un poco pesado y primario. Frank tienen el gusto por la escultura monumental partiendo de la naturaleza y a través de las artes precolombinas. Vardanega mandó dos bellas construcciones que lo sitúan como uno de los nuevos artistas interesantes. Denot parece comprender el valor que adquiere un hilo rígido que se despliega en un espacio. Gero experimenta con la cerámica, tal vez no con tanto éxito como con sus esculturas.

Entre los pintores, notamos particularmente a Álvarez que persevera en los fondos lisos de colores puros, de valores muy cercanos que “sostienen” muy bien la pared. Jonquières envió dos cuadros, de los cuales uno es importante. Sus búsquedas sinceras parecen haber sido superadas por las formas que puso en movimiento, tal vez por las profundidades tan persistentes, lo que creó una especie de mutación. ¿Es posible que sea un escultor que se ignora como tal? Maranca logra bocetos muy refinados sin estar siempre identificados completamente a una idea plástica. Mele debería poder ir mucho más lejos. Pastor encontró una vía que le conviene. Svaniscini, superponiendo los planos, realiza dos cuadros en uno. Villalba, pagando con grandes sacrificios, es uno de los que mantienen mejor la superficie. Grandona tiene demasiadas cosas que decir. Lezama busca en vano una revelación, el único secreto es el de comprender lo que se quiere y comenzar de cero. Finalmente, están Aebi, Chad, Di Seggni, Arden Quinn, Ertan, Ionesco, Tarazzi, Tomasello y Zygro.


Le Quotidien