GERMAINE DERBECQ

LE QUOTIDIEN

3 de Mayo de 1956

ARQUITECTURA MODERNA EN BUENOS AIRES

Por Germaine Derbecq y Arquitecto Eduardo Sarrailh


La arquitectura moderna en Buenos Aires


En noviembre último, dos exposiciones, la de Urbanismo, organizada en la Av. de Mayo por la Municipalidad, y la de “Pintura, Escultura, Arquitectura y Urbanismo de Nuestro Tiempo” en Gath y Chaves, llamaron la atención del público sobre cuestiones arquitectónicas que, aunque los concierne directamente, no les son demasiado familiares.


El arquitecto Sarrailh, que fue uno de los colaboradores más activos para diagramar y organizar estas exposiciones, estuvo dispuesto para responder algunas de las preguntas que más le han hecho.

Pregunta: Quisiéramos saber, Sr. Sarrailh, como se desarrolló en Argentina el nuevo espíritu arquitectónico, y entre las obras realizadas, particularmente en Buenos Aires, cuáles son aquellas que tienen más significación.

Respuesta: Las primeras obras de nuestro país, con un sentido realmente contemporáneo, surgieron, como usted lo sabe, alrededor de los años 1930-1935. El ingeniero Vilar, el arquitecto Prebisch y algunos otros fueron pioneros de esta época, la del espíritu arquitectónico claro, de volúmenes definidos, conceptos profundos del funcionalismo.

Pero poco después, se produjo un verdadero cambio de opinión. Aparecieron “estilistas”, poco preocupados de la pureza, acomodándose a todos los compromisos, tanto para las estructuras como para los ornamentos.

No obstante, algunos arquitectos que pretendían defender las nuevas ideas con un ideal elevado, realizaron algunas buenas obras. Entre ellas podemos citar: los inmuebles de departamentos de Wladimir Acosta en la avenida Figueroa Alcorta; los de Ferrary, Hardoy y Kurchan, en la Calle Virrey; las tiendas y talleres de Bonet, Vera Barros y López en el cruce de la calle Suipacha y Paraguay; los de Cimar, en avenida Santa fe, etcétera.

Estos últimos años, jóvenes arquitectos, deseosos ellos también de concretar nuevas ideas arquitectónicas con ejemplos visuales, a falta de clientes, construyeron casas para su uso personal, principalmente en las afueras de Buenos Aires. Al mismo tiempo, surgieron en el centro de la ciudad —en la que se puede notar la resistencia a la buena arquitectura— inmuebles de departamentos y tiendas, casi siempre sucedáneos erróneos que contribuyeron peligrosamente a falsear el gusto del público. Sin embargo, hay aquí algunas excepciones: el gran volumen moderno del nuevo Teatro San Martín, en la avenida Corrientes, de Mario Roberto Álvarez y de Oscar Ruiz, y el edificio de oficinas, simples y claros en su estructura y su forma, de Sánchez Elía, Peralta Ramos y Agostini en la calle Alsina. En cuanto al Mercado del Plata, podrá ilustrar nuevos conceptos siempre y cuando el excelente proyecto inicial sea respetado. Podemos señalar también dos obras de gran importancia técnica y estética que pudieron ser edificadas recientemente a pesar de no pocos obstáculos: el inmueble situado en la esquina de las calles Talcahuano y Charcas y el “Hogar Obrero” en Caballito.

Pregunta: ¿Puede decirnos ahora por qué estas buenas realizaciones no se pudieron hacer en gran escala?

Respuesta: La arquitectura moderna no le interesa más que a la minoría. El cliente, casi siempre “paseista” no admite lo nuevo hasta que lo ve adoptado en otro lado, y a menudo haciéndole modificaciones y agregados que le quitan vitalidad.

Por otro lado, hay pocos promotores de las obras privadas —lo que es una pena, ya que en un país como los Estados Unidos, por ejemplo, los benefició de manera importante—. En cuanto a las que están a cargo del Estado son en general el producto de trabajos efectuados por oficinas técnicas, lo que perjudica la creación individual.

Se puede agregar también que lo que nos falta son verdaderos talleres de investigación y de equipos que sepan ordenar y encaminar trabajos hasta su realización. Estos últimos años, los poco investigadores que tuvimos estuvieron paralizados, sus planos olvidados, cuando arquitectos más preocupados por asuntos comerciales que por el arte han sido favorecidos. Luego, tendría que limitarse la actividad de agentes de negocios de la construcción y del urbanismo. Solo los especialistas de estas cuestiones deberían poder desplegar sus iniciativas.

Finalmente, falta una crítica sana, como lo hay para otras artes, capaz de orientar al público y de hacerle comprender las razones profundas de la nueva arquitectura.

Pregunta: ¿Cuáles son los factores que podrían favorecer el desarrollo de una buena arquitectura moderna en Argentina?

Respuesta: Lo que importa, ante todo, es la formación del arquitecto, y esto no es una perogrullada. Vea por qué: la arquitectura contemporánea, al estar en continua evolución, necesita para el arquitecto de hoy no solamente conocimientos muy extendidos, pero sobre todo de la viveza de mente ante los métodos para razonar, que estimulen la imaginación y favorezcan la imaginación. En una palabra, es necesario preparar al estudiante a defender el espíritu de la verdadera arquitectura actual. Lo que es muy estudiado en este momento en la reorganización de los programas de la Universidad.

Por otro lado, y esto es casi tan importante, es necesario que el público se interese en las cuestiones arquitectónicas y urbanísticas, que no son solamente funcionales y estéticas, pero pueden todavía resolver gran cantidad de problemas, abarcando numerosos aspectos de la vida.

Pero hay un escollo para evitar, que otros países, particularmente en América del Sur, nos indicaron: el de una exposición caótica de lo nuevo. Es lo que pasa cuando descubrimos las ciudades en sus trazados antiguos con arquitecturas que incluyen todas las tendencias modernas.

Hay que aprovechar de esta experiencia, y saber que una arquitectura nueva debe tener un cuadro urbanístico nuevo.


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