LE QUOTIDIEN
14 de Junio de 1956
LAS EXPOSICIONES: BATTLE, BERNI Y ORTIZ
Por Germaine Derbecq
Las exposiciones
Battle Planas en Galatea
Como muchos pintores que han simpatizado con el surrealismo, Battle Planas busca ante todo lo maravilloso, más romántico que plástico. Lo que no quiere decir que practica la escritura automática y que evita emplear las técnicas pictóricas. Las utiliza, justamente —por otro lado, como todos los pintores que se identifican con este movimiento—, con mucha inteligencia, sensibilidad y debido a todos los dones que indiscutiblemente posee. Y a través de ellas, reconocemos siempre su estilo, ya sea una obra representativa, idealista, surrealista o abstracta. Estilo que proviene sobre todo de la expresión de una psiquis particular antes que de los descubrimientos de una técnica personal. En las últimas experiencias no figurativas de Battle Planas, las más interesantes son las que buscan establecer una sutil relación. Ya sea con un blanco de aguada, cerca de un blanco de papel o de un gris de acuarela, cerca de la sombra de un collage, obtiene vibraciones de tonalidades casi imperceptibles, más emotivas de lo que se podría creer, ya que provienen de traducir la poesía de lo irreal y de lo fantástico, que tanto aprecia, más que todos los personajes extraños que haya podido inventar.
Berni en la Sociedad Hebraica
Al encontrarse con los pintores ortodoxos del realismo socialista, Berni no se olvida de que es un pintor. Bosqueja destellantes abigarramientos en los que algunas veces hay trozos bien pintados, por haber seguido ciertas recetas del oficio empleadas por Courbet y otras practicadas por Vlaminck. De este último, Berni retuvo las pinceladas de blancos salidos directamente del tubo y colocadas con un cuchillo, así como los colores agresivos. Superando ampliamente las audacias de las fulgurantes armonías del maestro Chatou, agregando aún más disonancias, tratadas con fondos lisos de colores estridentes, bastante desconcertantes. Es en los temas de sus pinturas que se percibe un extremo de la oreja del realismo socialista. Paisajes —argentinos, dice el prólogo— elegidos en las periferias tristes y miserables de las ciudades, paisajes reducidos a menudo a su más simple expresión: una cabaña perdida en un cielo tumultuoso. Pero sin dudarlo, el pintor ha traicionado a sus seguidores, ya que superponiendo un decorado expresionista violentamente coloreado según la realidad, estos paisajes no son más desolados, ni desoladores.
Berni había tomado la precaución de decir que “el arte comienza en donde la realidad palpita y no a la inversa, como lo creen los decorativistas”. Se trataría de saber cuál es esta realidad que palpita. ¿Los amables desnudos de Boucher y las graciosas efigies femeninas de Greuze nos aseguran que es la de ellos, a menos que no sean las sólidas “percheronas” de Courbet? Pero entonces Piero della Francesca, el Maestro de los Molinos, el señor Cézanne, Seurat y tantos otros no pueden pretender a esta realidad.
En cuanto a este humanismo que, según Berni, está hoy en la vanguardia de la pintura mundial, esperemos que sea el de Guernica y no el de los artistas pintores de Moscú.
Berni, de quien la obra es ya importante, nos mostró algunas veces pinturas más equilibradas que las de esta exposición.
Ortiz en Bonino
Dando una rápida mirada sobre el conjunto de obras de Ortiz, podemos creer que estas son pinturas de un autodidacta ingenuo y diestro al mismo tiempo, expresando muy bellamente sus maravillas. Esta impresión no resiste un instante a un examen más atento. Sin ninguna duda, este artista es lo contrario: muy sabio, y quiso despejarse de lo superfluo, creyendo de esta manera encontrar más fácilmente la verdad. Podría, en efecto, lograrlo con esta experiencia si lograra despejar principios más generales que el permitieran encontrar su verdadera personalidad.
De todas maneras, esta exposición demuestra una vez más las formas simples, los signos primarios, un oficio sin artificio y una comprensión de las leyes esenciales de la pintura, que le permiten realizar obras muy expresivas. Claro está, lo sabíamos ya, no solamente por las pinturas modernas, pero por las de los niños, las de los orientales y las de los pueblos llamados no civilizados.
Hay que felicitar a este artista por creer en las virtudes de la simplicidad y de la renuncia, ya que no es muy común.