GERMAINE DERBECQ

GERMAINE DERBECQ: FRENÉTICAMENTE EN IR HACÍA DELANTE PARTE 1

Marzo 2019


Germaine Derbecq fue una figura trascendente para el arte argentino, desde fines de la década del 50' hasta su muerte en 1973 realizó un trabajo inestimable y simultáneo como curadora, crítica, y artista. Organizó exposiciones en Buenos Aires y produjo significativos intercambios con artistas argentinos en el exterior. Su tarea al frente de la galería Lirolay fue decisiva para que las experiencias vanguardistas de la década del 60' tomaran cuerpo y se expandieran con una potencia tal, que aún hoy podemos seguir escuchando esos ecos.

La escritura fue un territorio decisivo para Derbecq, no solo escribía con regularidad los prólogos de las exposiciones que organizaba; también ejercía la crítica de arte en el periódico francófono Le quotidien, editado en Buenos Aires. Construyó una estrategia de defensa de las expresiones renovadoras del arte, con una prosa,a la vez, aguerrida y sensible.

En 14 Pintores de la Nueva Generación, Germaine Derbecq seleccionó obras de Roberto Aizemberg, Enrique Barilari, Victor Chab, Jorge de la Vega, Nicolás García Uriburu, Alberto Greco, Kenneth Kemble, Jorge López Anaya, Olga López, Rómulo Macció, Luis Felipe Noé, Rogelio Polesello, Silvia Torras y Luis Alberto Wells. La exhibición tuvo lugar en la galería Lirolay, entre diciembre de 1960 y enero de 1961. Germaine se encargó de escribir el prólogo. Al referirse a los artistas que forman parte de la muestra dice: “Si siguen los caminos desinteresados trazados por sus grandes predecesores, no es ya con la misma resignación ante todos los sacrificios, sino con el propósito de hacer fructificar la herencia y conservar el usufructo. Nueva técnica de la vida que caracteriza a las nuevas generaciones, quienes se niegan a sacrificarse por los demás, prefiriendo sacrificar a los demás, sin remordimiento y reducirlos a su dura voluntad, justo canibalismo, vuelco este que debía hacerse. Pues el artista tiene siempre razón, los demás tardan cincuenta años y más para darse cuenta y mientras tanto poco les importa que los artistas mueran de hambre o de desesperación. Los jóvenes no quieren pasar por esa cuarentena; no serán de la raza de los malditos, dejando a los literatos y cineastas en busca de temas y guiones de epíteto deleitable. Y tienen razón, tienen derecho auténtico a un éxito total y ahora mismo por esa justicia inmanente de las cosas terrenas”.

Las palabras de Derbecq son vehementes en su rechazo a la glorificación del artista mártir, los sitúa dentro de un movimiento histórico donde pertenecen a una segunda generación que yadebe ser comprendida, acompañada por sus contemporáneos. En sucesivas intervenciones escritas, ella va a referirse a las duras condiciones materiales y anímicas en las que los artistas de vanguardia deben crear. Por elevación, el disparo se dirige a la falta de apoyo de coleccionistas, al público poco receptivo frente al arte moderno y a una crítica de arte reaccionaria.

Hace un momento decíamos que la escritura de Derbecq era, a la vez aguerrida y sensible. La impronta de manifiesto beligerante que tiene su prólogo de “14 Pintores de la Nueva Generación” es clara. El aspecto sensible puede rastrearse con nitidez en su texto “Jorge de la Vega o la realidad del espejismo”. Por sensibilidad entendemos el modo de apelar a los sentidos, a la manera de construir percepciones sensoriales, visuales, evocativas de otras imágenes. Derbecq narra cierta metamorfosis estética en el camino de la Vega: “(...) en sus comienzos, de la Vega se refugió en una geometría aérea y coloreada que era una espera, y, ¿qué mas bella espera, qué más auténtica depuración que en las formas puras, en realidades intangibles?: un hermoso ideal. Estas especulaciones del espíritu lo liberaron de la necesidad de registrar lo que se halla en la naturaleza y en el espacio y le permitieron tener acceso a un mundo pictórico sensible, libre de todo contexto, no solo planteándole problemas plásticos, sino llevándolo a progresar en el conocimiento de si mismo” luego acentúa la diferencia con el momento actual: “El tachismo fue sin dudas el punto de partida del segundo período, el actual” . El análisis de Derbecq concluye hablando de la novedosa introducción de figuras en la obra de De la Vega: “estos personajes, dinámicos, de existencia infinita, giran y construyen su propio ambiente; fantasmas apenas esbozados por grafismos difíciles de definir, nerviosos y blandos a la vez, nos revelan su otro ser: ángeles quizá, pero no de aquellos ridículos, desteñidos, alados de azúcar blanca de primera comunión, sino los ángeles fuertes, valientes, indomables, siempre dispuestos a librar la santa batalla contra las potencias de las tinieblas.”. En Germaine el interés, la fascinación por las vanguardias jóvenes se despliega en el orden de su fuerza, potencia, en la capacidad de luchar y conquistar territorios. En este prólogo aparece otro elemento: un giro místico.

Germaine Derbecq advirtió rasgos místicos en Alberto Greco: desde el título de su artículo, cuando se refiere a él como “El mago de Buenos Aires”, también cuando lo describe “ con su barba rubia, sus ojos inquietantes y su estrella de clavos sobre el pectoral, es la imagen viva de su inconformismo”, sobrevuela una imagen cristiana, donde la estrella se refiere tanto a la “Orden de Greco” las artesanías de ferretería que él portaba y ofrecía a sus amigos; como a un desplazamiento metonímico hacia la corona de espinas de Jesús, adopta sus rasgos proféticos.

Este texto, es certero, también visionario: aquí Derbecq comprende que la tarea de Greco se dirige hacia afuera, que va a derramarse en el mundo . Dice: “A su cuadro no le es suficiente la pared, desciende en la arena, o más bien se mezcla entre los espectadores. El cuadro sale del marco, se expande en la sala de exposición, dos bastidores cuadrados recubiertos de tela de arpillera deshilachada, aterciopelada, de un isabelino indefinido, sirven de telón de fondo o un tronco de árbol medio calcinado, de un negro intenso”. Después vendrían los vivo-ditos.

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