14 Pintores de la Nueva Generación. Buenos Aires: Galería Lirolay, diciembre 1960 - enero 1961
Por Germaine Derbecq
1960 es una fecha memorable para el arte argentino, el punto culminante de un profundo cambio de actitud plástica, un nacimiento simultáneo de talentos auténticos que se revelaron, así como un fuego latente alimentado por focos aislados surge brutal e irresistible.
Esta nueva generación, sedienta de independencia, anárquica en la medida necesaria, audaz porque cansada de sumisiones culpables pasivas a éticas dudosas más doctrinarias que auténticamente humanas, está frenéticamente decidida a ir hacia adelante.
La Galería Lirolay ha reunido a 14 de esos pintores; hubiera podido reunir a muchos más, si el espacio lo hubiera permitido.
Tienen entre 20 y 35 años. La edad de oro de la creación, tal como de 4 a 7 es la de la creación infantil, cuando ninguna interferencia, ningún conformismo hubiera, ninguna buena intención inoportuna viene a debilitar, perturbar, malograr el verdadero instinto.
Claro está que esos pintores no tienen la presunción, la ingenuidad ni la tontería de creer que lo inventaron todo; supieron elegir a sus entrenadores y colocar bien su fe. Muchos de ellos son autodidactas; algunos que se formaron con disciplinas estrictas, comprendieron que sólo hay que recordar los grandes principios, las grandes leyes vitales; lo contrario sería esclavizarse cuando se trata, a toda costa, de buscar la disponibilidad total.
Su impulso es fuerte, su instinto justo, su juicio seguro, sus torpezas provocantes, sus errores espectaculares, sus aciertos sorprendentes, la franqueza, la suntuosidad o la sordidez de la materia tienen sabor de carne fresca. Para decirlo todo, nada es chato ni indiferente en sus obras.
Poetas a su manera, en su comportamiento con las cosas, que dejó de ser beatíficamente sentimental o pasivamente sometido a lo agradable, a la sabiduría del metier tradicional, para convertirse en intercambios sutiles entre ellos y el mundo que los rodea, en una toma de posesión de las cosas en connivencia con las mismas, verdaderos aparatos receptores de las reacciones constantes a las simpatías, repulsiones, equivalencias, alegrías y angustias, sus obras son más bien dedicaciones líricas a las fuerzas elementales, sed inagotable de vida, serena alegría de los partos sin dolor, expresiones idiosincrásicas, que desesperanzas, ecuaciones o teoremas resueltos, aún metafísicamente.
Si siguen los caminos desinteresados trazados por sus grandes predecesores, no es ya con la misma resignación ante todos los sacrificios, sino con el propósito de hacer fructificar la herencia y conservar el usufructo. Nueva técnica de la vida que caracteriza a las nuevas generaciones, quienes se niegan a sacrificarse por los demás, prefiriendo sacrificar a los demás, sin remordimiento y reducirlos a su dura voluntad, justo canibalismo, vuelco este que debía hacerse.
Pues el artista tiene siempre razón, los demás tardan cincuenta años y más para darse cuenta y mientras tanto poco les importa que los artistas mueran de hambre o de desesperación. Los jóvenes no quieren pasar por esa cuarentena; no serán de la raza de los malditos, dejando a los literatos y cineastas en busca de temas y guiones de epíteto deleitable. Y tienen razón, tienen derecho auténtico a un éxito total y ahora mismo por esa justicia inmanente de las cosas terrenas.
Exposiciones