“Alberto Greco, el mago de Buenos Aires”. Le Quotidien, Buenos Aires, 1960. Traducido y vuelto a publicar en ARTINF, nº 66-67, 1987
Por Germaine Derbecq
En cuanto Alberto Greco, el mago de Buenos Aires, con su barba rubia, sus ojos inquietantes y su estrella de clavos sobre el pectoral, es la imagen viva de su inconformismo. A su cuadro no le es suficiente la pared, desciende en la arena, o más bien se mezcla entre los espectadores.
El cuadro sale del marco, se expande en la sala de exposición, dos bastidores cuadrados recubiertos de tela de arpillera deshilachada, aterciopelada, de un isabelino indefinido, sirven de telón de fondo o un tronco de árbol medio calcinado, de un negro intenso. Es un conjunto poético-plástico, de sutil sensualidad color materia…
…Se dirá ¿por qué confundir la pintura y el arte con estas locuras?
Expresar la emoción a través de los medios plásticos es el principio y el fin del arte, los medios son innombrables como los hombres. El objetivo se alcanza si los medios son expresivos.
…En conclusión, la obra de Greco, a pesar de la falta casi total del color, da una impresión de juventud y de alegría, una alegría que no es tonta exuberancia, sino la verdadera alegría, lo de los que comienzan a sentirse a sus anchos dentro de su piel de hombre.
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